El legado de Homero
No sabemos nada acerca de Homero. No ocurre lo mismo con sus
libros. En un sentido real, conocemos la Ilíada y la Odisea antes de abrirlas
por la primera página. Aun antes de empezar a seguir los cambios de humor de
Aquiles o a admirar el ingenio y el valor de Ulises, hemos aprendido a esperar
que en algún lugar de estas historias acerca de una guerra en el tiempo y un
viaje en el espacio se nos transmitirá la experiencia de toda lucha y todo
desplazamiento humanos. Dos de nuestras más viejas metáforas nos dicen que toda
vida es una batalla y toda vida es un viaje; si la Odisea y la Ilíada se
inspiraron en estas ideas o si estas ideas proceden de la Ilíada y la Odisea,
carece, a fin de cuentas, de importancia, ya que un libro y sus lectores son
espejos que se reflejan de forma interminable. Sean cuales fueren sus nebulosos
orígenes, la mayoría de los estudiosos suponen ahora que los poemas atribuidos
a Homero constituyeron en un principio composiciones dispersas de distintos
tipos que finalmente se fundieron y se entrelazaron para formar los dos
extensos relatos que hoy conocemos: uno describe la tragedia de un solo lugar,
Troya, por el que pelean un gran número de hombres; el otro narra las aventuras
de un solo personaje, Ulises, que se abre camino a través de innumerables
peligros durante su viaje de regreso a casa. Para los futuros lectores de
Homero, Troya llegó a representar todas las ciudades y Ulises todos los
hombres.
Alberto Manguel.
El legado de Homero.
Traducción de Carmen Criado.
Debate. Barcelona, 2010
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