23 octubre 2018

Alta noche en Virgilio: vida, mito e historia



No desaparecen las hipálages de la poesía moderna. Ocurre, singularmente, todo lo contrario. El poeta extremeño y profesor de literatura Santos Domínguez Ramos sorprende con un brillante poema virgiliano que lleva el título Alta noche, publicado inicialmente en su poemario Nueve de lunas (2010). El poema muestra ya desde su título el consciente uso de esta figura tan virgiliana, que el moderno poeta convierte en un rasgo propio de su estilo:

ALTA NOCHE

Como entró el extranjero hijo de diosa,
oculto en una nube,
en la ciudad del tirio guerrero y laborioso
y penetró en un bosque y lloró frente a un templo
y enamoró a una reina piadosa y desgraciada,
así ha entrado la noche, subrepticia y con niebla,
con el primer escalofrío de otoño en el paisaje.

Así ha entrado la noche, como un lento secreto,
la red de nervaduras de la noche, 
sísmica y espantada, innumerable,
la dimensión sonora de las sombras,
la oscura voz de un infortunio 
antiguo. La alta noche.

Puede verse fácilmente cómo el poema comienza con una suerte de novedosa comparación épica, dado que invierte sus términos. Lo esperable, ciertamente, es que un aspecto intrascendente o de carácter cotidiano venga a servir de segundo término de la comparación con respecto a un asunto épico, como, por ejemplo, el heroico soldado que muere como una flor tronchada. De esta forma, en un contexto épico, la subrepticia llegada de la noche bien podría servir de segundo término para la comparación de la entrada de Eneas en Cartago, envuelto en la nube divina que lo hacía invisible. Sin embargo, ahora, en el contexto lírico, el episodio épico se convierte de manera singular y poética en el segundo término de la comparación de algo tan sutil y, al tiempo, cotidiano como es la llegada de la noche. Por lo demás, Santos Domínguez resuelve admirablemente el episodio de la entrada de los troyanos en la ciudad de Cartago, donde se recuerda el llanto de Eneas (“extranjero hijo de diosa”, que traduce el nate dea latino) y el posterior episodio de los amores con Dido. Asimismo, destacan tres adjetivos a lo largo del poema, “alto”, “lento” y “oscuro”, pues se trata de términos característicamente virgilianos, como propiamente virgiliano es el término “noche”. El poeta ha partido por cierto de una traducción muy literal y precisa de la Eneida, la que Rafael Fontán Barreiro ha publicado en Alianza Editorial y que permite reconocer las hipálages originales. El final del poema termina con la bella imagen de “la alta noche”, tan virgiliana y, al mismo tiempo, tan borgiana, como puede verse en el poema “La rosa”, dentro de su temprano libro Fervor de Buenos Aires:

La rosa, 
la inmarcesible rosa que no canto, 
la que es peso y fragancia,
la del negro jardín en la alta noche. 

Con esos párrafos me honra Francisco García Jurado, Catedrático de Filología Latina de la Universidad Complutense de Madrid y admirable lector, en su estupendo Virgilio: vida, mito e historia, que acaba de publicar la editorial Síntesis.
Junto con otros tres poemas (de Borges, de Antonio Colinas y de Juan Antonio González Iglesias), mi Alta noche, publicado originalmente en Nueve de lunas y recogido al año siguiente en Plaza de la palabra, ha merecido el honor de ser tomado como uno de los poemas que mejor ejemplifican la influencia de la poesía de Virgilio en los siglos XX y XXI, porque, como recuerda García Jurado, "si la historia literaria del siglo XIX relegó a Virgilio, fue la nueva estética del siglo XX la que lo restituyó y convirtió en el poeta de las poderosas imágenes que luego han seguido sirviendo de inspiración a la poesía moderna, hasta nuestros propios días."
Aparece en la tercera parte del libro, que -explica el autor- “trata acerca del mayor poeta de Roma, pero también sobre el valor que tiene la gran literatura a la hora de enseñarnos a saber quiénes somos. Recorre, en primer lugar, los aspectos biográficos e históricos de Virgilio, repasando el misterio que supone, en gran medida, su vida y la huella que de su persona puede encontrarse dentro de su obra. En la segunda parte, se aborda la singular cuestión del mito del poeta, a quien la Edad Media convirtió en mago y talismán, hasta que Dante recuperó su esencial condición de maestro y guía. La tercera y última parte del libro repasa someramente, ayudándose de ejemplos significativos, la historia de la recepción de Virgilio desde el Renacimiento hasta el mismo siglo XXI. En esta parte, veremos cómo las nuevas estéticas van renovando y recreando la lectura del poeta, desde la serenidad renacentista y el desengaño barroco hasta el moderno simbolismo o la propia posmodernidad.”
“Escribir este libro -añade García Jurado- ha sido una fiesta para el alma y ha supuesto un gran placer intelectual. (...) Espero, simplemente, que mi Virgilio encuentre ahora los lectores que sepan acogerlo para que el gran poeta continúe recordándonos que la gran literatura es aquella que nos ayuda a reconocernos en el mundo.