01 octubre 2018

El rey recibe


Pollensa, 14 de julio (crónica telefónica de nuestro enviado especial Rufo Batalla). — Bajo un cielo resplandeciente y junto a una playa paradisiaca bañada por el mar, se ha celebrado la suntuosa boda del heredero de una de las más antiguas realezas de Europa con una bella señorita perteneciente a una noble y adinerada familia de la aristocracia inglesa. Antes de entrar en detalles acerca de los contrayentes, cabe destacar el hecho de que hayan sido ellos mismos quienes eligieron para contraer matrimonio el marco incomparable de Mallorca, y más concretamente del hotel Formentor, pues, aunque ambos residen en el extranjero, les unen a nuestra patria y en particular a este lugar de ensueño profundos vínculos afectivos. Por expreso deseo de Su Alteza Real, persona de gustos sencillos, el número de invitados a este magno acontecimiento se ha reducido a un grupo pequeño pero muy selecto de personalidades
del mundo de la política, los negocios y la cultura, por no hablar de un verdadero  plantel de caras conocidas del séptimo arte.
¿Cómo son en la intimidad el príncipe y su ilustre esposa?
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Sí, estas frases repelentes las escribí yo hace ya mucho, y las habría echado al olvido, como haría cualquier persona sensata, si no fuera porque en cierto modo cambiaron mi vida.
Acababa de cumplir veintidós años, hacía dos que me había licenciado en Lenguas Germánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de Barcelona y tres meses que había vuelto de Londres, donde había vivido algo más de un ano gracias a una mísera bolsa de estudios, conseguida a base de contactos familiares, y de trabajos modestos, como lavar platos y servir mesas en restaurantes de ínfima categoría. Durante aquel periodo pasé hambre y frío y vagué solitario y marginado entre un lujo y una excentricidad que me estaban vedados por forastero y por pobre. A pesar de lo cual, regresé con un conocimiento fiable del inglés y una anglofilia tan infundada como irreversible.

Con esa parodia del estilo de las notas de sociedad y la crónica rosa comienza El rey recibe, la última novela de Eduardo Mendoza.
Publicada por Seix Barral, es una obra en la que la agilidad narrativa, la fluidez de los diálogos, la caracterización de los personajes, el sentido del humor y la memoria personal y colectiva se ponen al servicio de una excelente narración.
Primera entrega de una trilogía -Las Tres Leyes del Movimiento- que propone un recorrido por el último tercio del siglo pasado, El rey recibe arranca hace medio siglo, en la Barcelona de 1968, con una peripecia centrada en Rufo Batalla, narrador y protagonista, gacetillero principiante y contradictorio al que le encargan la crónica rosa de la boda en Mallorca de un príncipe en el exilio. A partir de ese momento el azar será el motor que impulsa la acción y la lleva al Nueva York en transformación de comienzos de los años 70 de la mano del observador pasivo y curioso, inseguro y atrevido que es Rufo Batalla.
Una novela llena de guiños y de maestría en la que un Mendoza en plenitud vuelve a demostrar que la diversión y la calidad, como la seriedad y el humor, no son solo compatibles sino muy aconsejables, por separado y en confluencia.