15 octubre 2018

Viajes por la historia de Europa



Nunca sabremos dónde empezó la historia de Europa -si es que, en historia, podemos hablar de un principio y de un final, de un proceso que acaba de golpe y otro que empieza-. Pero sí podemos conocer uno de los primeros lugares donde alguien intentó contar una historia: la cueva de Chauvet. Allí empieza nuestro relato, aunque antes de llegar por carretera es necesario atravesar una serie interminable de rotondas -nos encontramos en Francia: hay muchísimas-, en las que se anuncian, uno tras otro, negocios de alquiler de canoas, con o sin guía, para descender por las gargantas del Ardèche. Contemplado desde un puente, el río parece al borde del colapso, lleno de embarcaciones de colores que forman atascos mientras renquean como pueden en el caudal más bien escaso de finales de agosto. Es el mundo del cámping y de las autocaravanas que dominan la circulación por las estrechas carreteras rurales, el parque temático de la aventura controlada. En este departamento del sur de Francia se encuentra la frontera del olivar: aquí empieza la división entre el norte y el sur de Europa, entre los olivos y los castaños, entre las rocas y los bosques. El río, un afluente del Ródano, le da su nombre al departamento (como a muchos departamentos franceses). 

Así comienza el primer capítulo de Una lección olvidada, el espléndido volumen que publica Tusquets con el que Guillermo Altares ensaya un acercamiento a la historia de Europa, veinte viajes a la historia de Europa en veinte momentos que arrancan hace 36.000 años en la cueva de Chauvet, descubierta en 1994. 
Entre esa cueva donde alguien contó por primera vez una historia y la escena de 2008 en la que unas mujeres caminan por Prístina, transcurre esta obra, híbrida de reportaje histórico y libro de viajes. 
Unos viajes dobles en los que se implican el tiempo y el espacio, porque -señala el autor en el prólogo- el objetivo de este libro es precisamente recorrer diferentes espacios de Europa en busca de los estratos de su pasado, desde la cueva que los primeros sapiens europeos pintaron hace treinta y seis mil años hasta el escenario de una batalla que ha envenenado durante siete siglos el presente balcánico, desde los combates más espeluznantes de la Primera Guerra Mundial hasta el asesinato de un primer ministro en Suecia, el país donde ese tipo de cosas no podían ocurrir. En todos los casos, el peso del pasado es rotundo, incluso en aquellos lugares en los que se impone la tentación del olvido, como ocurre con el Madrid de la guerra civil. Tras varias décadas de viajes por el continente, como mochilero, como turista o como periodista, he podido comprobar muchas veces la importancia que los europeos otorgamos a nuestra historia, que hemos construido como una maraña imposible de romper.
Viajes por la historia de Europa es el subtítulo de este recorrido por un espacio europeo azotado por  la destrucción, las guerras y las persecuciones, por una historia vertebrada entre lo individual y lo colectivo, entre lo leído, lo visto y lo vivido, entre el genio de Caravaggio y Montaigne o la sucesión de episodios sangrientos desde la Grecia del siglo VIII a.C. hasta el Berlín de 1945, pasando por la Roma en llamas del año 64 o por la matanza de los cátaros en Albi, por París como ciudad de las revoluciones, por la batalla del Somme en 1916 o por un Madrid convertido en capital del dolor en 1936.  
Porque la historia de Europa es también la historia de sus guerras: No importa a dónde vayamos, en demasiados rincones europeos se esconden los restos de una batalla o de una matanza: la guerra y la violencia han trazado su propio mapa del continente.