19 enero 2019

Espartero y la desmemoria histórica



En 1975, algunos consideraban el liberalismo como «sinónimo de escisión, de la fragmentación de la unidad, de la lucha partidista que derivaba en conflicto violento», mientras que para otros era «el instrumento de poder de un bloque oligárquico» que había obstruido el camino hacia la democracia, y «muchos progresistas consideraban que el liberalismo decimonónico se vinculaba con una idea de fracaso». 
Espartero no escapó a estos juicios y, en algunos sentidos, la España posfranquista no le ha tratado mejor que la dictadura. Madrid le devolvió la calle y la estación de metro de Príncipe de Vergara en 1981 y 1983. La pequeña calleja de la Duquesa de la Victoria, que había pasado a llamarse pasaje del General Mola, no recuperó su anterior nombre, aunque el estudio que se hizo del callejero en 2016-2017 contiene una propuesta para hacerlo. Pero en otras dos de las más importantes ciudades españolas, Bilbao y Barcelona, así como en una serie de lugares menores, los gobiernos municipales cambiaron el nombre de las calles llamadas en su honor. 
Bilbao encabezó lo que José Varela Ortega ha llamado un «paradójico ajuste de cuentas contra la historia liberal y democrática». En agosto de 1979, el ayuntamiento del Partido Nacionalista Vasco (PNV) de Bilbao cambió el nombre de la calle que desde mayo de 1879 se había llamado calle Espartero a calle Juan Ajuriaguerra, del que el alcalde dijo que era «todo un patriota que luchó, día a día, sin descanso, por su patria, Euskadi». (Por el contrario, el héroe carlista Tomás Zumalacárregui conservó su calle, pese a que la había puesto el régimen de Franco.) El ayuntamiento aprobó el cambio por 23 votos a favor y dos abstenciones, pero sólo después de un considerable debate. Aunque ninguno de los participantes era contrario a que se diera a la calle el nombre de Ajuriaguerra, una serie de ellos no quería que se hiciera a expensas de Espartero. Para Adolfo Careaga, de la Unión de Centro Democrático (UCD), ello suponía «arrancar una página de la historia de Bilbao». Espartero era «un líder liberal del siglo pasado cuyos hechos de armas están vinculados a la historia de nuestra villa, puesto que fue el que libró Bilbao del asedio carlista en la primera guerra civil». El concejal socialista José Luis Ibáñez tachó el cambio de iniciativa partidista del PNV. Espartero era parte integral de la historia decimonónica de la ciudad y para el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) «toda la historia del siglo pasado dentro de Bilbao no se debe tocar, porque en realidad hay personalidades históricas de todas las tendencias, que debemos asumirlas como tales». Por el contrario, la intervención de Xabier Martín-González del partido nacionalista radical Langile Abertzale Iraultzaileen Alderdia (Partido de los Trabajadores Patriotas Revolucionarios, LAIA), dejó claro que, para algunos, en la España posfranquista el propio Gobierno constitucional carecía de valor: «Al fin y al cabo», dijo, «fue un señor que defendió Bilbao, pero lo defendió contra los carlistas, que eran los vascos, y que luego él fue protagonista de un acto más dudoso históricamente, como fue el abrazo de Vergara». 
Pasaron casi otros treinta años antes de que Espartero perdiera las dos calles que tenía en Barcelona. En enero de 1989, un artículo de toda una página de La Vanguardia donde se exigía que las dos calles dedicadas a él cambiaran de nombre llevó al gobierno municipal a encargar una investigación en la historia de los nombres urbanos, pero no se adoptó ninguna otra medida. El hecho es sorprendente porque, desde la perspectiva nacionalista, había más motivos que en Bilbao para eliminar el nombre del general que bombardeó la ciudad en 1842. Acaso ello responda a que Barcelona se ha centrado en los legados de la Segunda República, la guerra civil y el franquismo, que no empezaron a modificarse hasta después de la aprobación de la Ley de Memoria Histórica y la catalana Llei de Memorial Democràtic de 2007. Completando una iniciativa que había comenzado dos años antes, en octubre de 2008 el ayuntamiento votó a favor de cambiar el nombre de calle del Duc de la Victoria y el pasaje Duc de la Victoria en el Barrio Gótico, a calle del Duc y calle Francesc Pujols. Esto formaba parte de lo que el alcalde Jordi Hereu llamó la «normalización» del paisaje urbano y la eliminación de referencias a «tiempos de dictaduras». Para algunas organizaciones culturales, en especial las nacionalistas Òmnium Cultural y Memorial 1714, estos cambios eran insuficientes: conservar el nombre «Duc» traía «malos recuerdos, sólo hace falta recordar al conde-duque de Olivares, el de Berwick o el de la Victoria». 
La ofensiva anti-Espartero era parte de una acción más amplia que fue la campaña mediática dirigida allí por la Iglesia evangélica, 935 personas votaron a favor de que se llamara George Lawrence Davis (1830-1894), un misionero protestantes de Gales que fundó una escuela para los pobres y una iglesia evangélica en este pueblo. La calle adoptó el nombre de Davis en febrero de 2012. En 2013, la Candidatura d’Unitat Popular del municipio de El Vendrell (Tarragona) exigió –infructuosamente– que se cambiara el nombre de una fuente del siglo XIX llamada Fuente del duque de la Victoria porque era «vergonzoso que hoy en día exista en El Vendrell simbología sobre un personaje como este protagonista de la crónica negra de Catalunya». Por último, en diciembre de 2014, el Consistorio de Vilanova aprobó, con los únicos votos en contra de los dos concejales del Partido Popular (PP) y de un independiente, quitar de las calles de la ciudad los nombres de Espartero y otros dos generales del siglo XIX: el duque de Ahumada, fundador de la Guardia Civil, y Manuel Gutiérrez de la Concha, marqués del Duero, que fue capitán general de Cataluña durante la segunda guerra carlista y acabó con la guerra dels Matiners. Algunos catalanes parecen no poder desprenderse de una determinada imagen de Espartero: la de noviembre de 1842. Cuando fui entrevistado en TV3 en noviembre de 2016, una de las primeras preguntas fue acerca del comentario, que Espartero no hizo jamás, de que era necesario bombardear Barcelona cada cincuenta años. Y en el periodo previo al referéndum por la independencia del 1 de octubre de 2017, La Vanguardia publicó un artículo de opinión titulado «El fantasma de Espartero». 

Adrian Shubert. 
Espartero, el Pacificador. 
Traducción de Eva Rodríguez Halffter. 
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2018.