16 marzo 2019

Andrés Trapiello. El Rastro



Pero por debajo del Rastro de los domingos, bastante tumultuario y bullanguero, a quienes vamos tan temprano nos espera algo silencioso y simbolista que recuerda, paradójicamente, el toque de retreta de los cuarteles al llegar el crepúsculo, la hora en que empiezan a trabajar los búhos y las lechuzas. 
El búho es el animal que más se ha disecado y yo he visto en el Rastro, a lo largo de cuarenta años, más búhos y lechuzas que los que haya visto nadie, incluida Palas Atenea (el búho y la lechuza son los únicos animales que, aunque te fijes mucho rato, nunca sabes si están vivos o disecados). Y digo que es la hora de la melancolía, porque al igual que a muchas cosas de las que se venden allí les espera nueva vida, muchas otras desaparecerán para siempre y si pudieran decir algo, lo dirían en la lengua un poco fúnebre y entrecortada de las aves nocturnas. Esa melancolía de los adioses impregna también, desde dentro, la alegría que parece reinar en aquellas calles los días de mercado. Por las tardes, cuando el Rastro está vacío, como dormido, más ensimismado que nunca, esa poesía casi se puede untar como la manteca en una tostada. Es una poesía muy nutritiva, pese a lo cual no se habrá visto un barrio de Madrid más metafísico que ese, más en los huesos. Y eso es porque la metafísica se alimenta sobre todo de poesía. La vemos en los huesos, pero no se muere nunca.
Andrés Trapiello. 
El Rastro. Historia, teoría y práctica. 
Destino. Barcelona, 2018.