12 mayo 2019

La poesía protectora de López Azorín



Porque tú me proteges (y me salvas), 
porque llegas y ofreces con tu luz 
la claridad precisa. 

Porque busco tu voz por liberarme, 
tus brazos de palabras 
que se ciñen a mí y que me florecen 
cuando llegas a verme. 

Porque escribo y a veces no comprendo 
porque dicen, de aquello que yo digo, 
mucho más que yo he dicho. 

Porque me reconfortas con tu amor 
a la palabra y yo quiero ese amor conmigo 
y lo quiero pues sé que me protege 
en esta soledad acompañada. 

Ese es uno de los poemas del último libro de poesía de Manuel López Azorín, La voz que nos protege, un libro que refleja su madurez vital y poética con la serenidad del sentimiento y de la palabra. 

Enmarcado entre dos sonetos -el inicial Puerta de luz y el soneto final con estrambote- el cuerpo central del libro, Diario protector, está escrito no por casualidad entre el 13 de junio y el 17 de septiembre de 2018, en días cenitales de la intensa luz que se invoca en sus poemas, en los que se conjura a menudo la presencia benéfica y protectora de Claudio Rodríguez, quizá la voz poética más admirada por López Azorín.

Con diversidad de ritmos, atraviesa estos versos la voz confesional y pausada de un poeta en sazón que se desnuda en estos poemas por los que se pasean la palabra salvífica y el paisaje en el que se funda el sentimiento, la conciencia del tiempo y el amor por la poesía, esa puerta de luz que se abre en la sombra de la edad.

Porque La voz que nos protege es una juanramoniana declaración de amor a la poesía y una invocación a la gracia de la creación poética, una celebración del presente desde la renuncia a la nostalgia y la aceptación serena del paso del tiempo, a través de una voz y una mirada que se dirige hacia dentro, se proyecta en el paisaje o se abre hacia las noticias del mundo y sus desastres.

Escritos con el temblor de la emoción y con una medida modulación de la palabra, ilumina estos versos la luz plena del verano, fijada en un presente continuo en el que la poesía fluye como los manantiales, transparente y viva, profunda y clara:

Palabra amada, tú que me proteges, 
que me salvas del ruido de la vida, 
eres por lo que escribo. 

Enorme claridad que llegas y seduces. 
Tú, protector, que dejas en mis manos 
el sueño azul de darme amor eterno 
y sílaba tras sílaba 
me traes la fuente donde bebo el agua 
de esperanza y de vida para dejar impresas 
todas mis ansias de tenerte siempre. 

Tu nombre, protector, es Poesía 
y yo sueño tenerte entre mis brazos 
en este mismo instante. 

Y cuando el tiempo acabe 
y toda claridad se eleve al cielo 
sueño que estamos juntos por la página.