02 mayo 2020

Paolo Febbraro. Poesías escogidas




PAOLO MALATESTA
( APARTE, DE FRANCESCA)

“Tener necesidad, para hablar,
de una poesía distinta.
Tener que llorar, en vuestro
purgatorio de cuerpos, el paraíso
de un Libro sagrado y descortés, negro
de tinta. En el hastío
de los días estar suspendidos, maldiciendo
el verdadero infinito de la deseada risa.
Mi torbellino infernal no es alegórico
y el quinto canto es un rumor.
Si tenéis alma, deshaceos de ella”.

Ese poema de Paolo Febbraro, inspirado en el episodio de Paolo y Francesca del canto quinto del Infierno dantesco, forma parte de la antología bilingüe El bien material que reúne una selección de la poesía entre 1992 y 2018 traducida impecablemente por Juan Pérez de Andrés.

Lo publica la Asociación Cultural Zibaldone en su colección Gli incursori, dedicada a la poesía italiana contemporánea, y lo presenta una introducción -'Estilo y misterio en Paolo Febbraro'- en la que Alfonso Berardinelli escribe estas líneas que resumen el sentido del mundo poético del autor:

“Tal vez la poesía es un estar en otro sitio. Escribirla es alzar el vuelo, liberarse por encima de las cosas, zambullirse en el agua invernal hasta tocar el fondo. El mundo debe de tener márgenes más remotos de cuanto se piensa. Los elementos son cuatro o tal vez más, y otros tantos son los mundos en los que se divide el mundo, todos por explorar, sean historia o naturaleza, mito o crónica.”

Organizada en cuatro partes que corresponden a sendas selecciones de sus cuatro libros -El segundo fin, El bien material, Fuera en el invierno y Lista de cosas reales-, la antología se cierra con este poema, El Infierno de Dante, que refleja la mirada de un poeta cuya ambición verbal aspira a indagar más allá de la mera superficie de las cosas:

Condenadas todas a la simplicidad, 
aferradas eternamente a un solo exceso 
las almas lo bastante corpulentas 
como para mortificarse vivas. Centradas 
por el error como por un visor, 
se juntan anónimas, colectivas.

Pero en los relatos, en la adversidad 
resurgen como personas, rehúyen 
fijaciones, o atroz santidad, 
se salvan en suaves detalles 
que afloran en ellas como como destinos. 
De este modo la perversión es un recuerdo 
minucioso. Y cambian de eternidad: 
se expanden en la perspectiva, 
la plana Edad Media de monstruos y demonios 
desgarra solamente los contornos, 
el ejemplo que dan se absorbe en papel 
si íntimas y fantásticas se desatan, 
posibles y futuras como astronaves.