23 septiembre 2020

Hawthorne, de Henry James

Fue un genio excepcional, instintivo, original, y su vida, de un modo singular, estuvo exenta de preocupaciones mundanas y de propósitos vulgares. Había sido tan puro, sencillo, tan poco sofisticado como su obra. Dedicó su vida, esencialmente, al cariño hacia los suyos, con una ternura poco usual; y luego -sin ambiciones, pero con una gran devoción- a su delicioso arte. Su obra perdurará; es demasiado original y exquisita para caer en el olvido; siempre tendrá un lugar entre los dedicados a la imaginación. Nadie ha tenido su visión de la vida, y nadie ha encontrado una forma literaria que expresara mejor esa visión. No era un moralista, y no sólo fue un poeta. Los poetas son menos ligeros, más densos, en cierto sentido más ricos. Los poetas son menos tajantes, más responsables. Unía, de manera singular, la espontaneidad de la imaginación y una atención obsesiva a los problemas morales. La conciencia humana fue su tema, pero la veía a través de una fantasía creativa que, por su misma esencia, le añadía interés y, casi me atrevería a decir, importancia.

Con ese párrafo cierra Henry James su Hawthorne, que publicó en 1879, quince años después de la muerte del autor de La letra escarlata. James escribió sobre Stevenson, Balzac, Flaubert o Zola, pero este es su ensayo más largo en torno a un novelista y sus siete capítulos siguen siendo el mejor acercamiento a la vida y la obra de quien, cuarenta años mayor que él, se había convertido ya en uno de los fundadores de la narrativa norteamericana.

Desde Europa, a donde había llegado tres años antes, Henry James escribe este libro por encargo, pero con indisimulado fervor por la mayor parte de la obra de Hawthorne, cuya influencia es evidente sobre el James más introspectivo y simbólico.

Los relatos agrupados en los Cuentos narrados dos veces y en Musgos de una vieja casa parroquial, las tres novelas americanas -La granja de Blithedale, La letra escarlata y La casa de los siete tejados-, o los autobiográficos y póstumos Cuadernos americanos son analizados de forma tan meticulosa como brillante por el admirable lector Henry James en un ensayo que vincula admirablemente la biografía y la escritura de Hawthorne a través del ambiente de Nueva Inglaterra: “El aire frío y radiante de Nueva Inglaterra –escribe James- parece soplar en las páginas de Hawthorne, que son, en opinión de muchos, el medio más agradable para conocer esa atmósfera tonificante [...] La obra de Hawthorne tiene todo el sabor de su tierra: su aroma remite al sistema social en el que existe.”

Espléndidamente editada por Pre-Textos en su colección Narrativa Clásicos, con una estupenda traducción de Justo Navarro, llega hoy a las librerías.