05 enero 2021

Cobalto oscuro de Verónica Aranda




Porque la pintura es poesía muda y la poesía es pintura que habla, como dejó dicho Simónides de Ceos en la cita que abre Cobalto oscuro, Verónica Aranda dedica los cuarenta poemas del libro con el que obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Pamplona a cuarenta pinturas de cuarenta mujeres.

Cuarenta écfrasis que inician su recorrido cronológico en pintoras como Artemisia Gentileschi, que pintó entre 1612 y 1613 este Judith decapitando a Holofernes:

 
 
 
A veces el pincel es una espada.
La pintora se encarna en bíblica heroína
que salva a un pueblo entero.
Hay un gesto de voz en su venganza,
y la criada luce
la serena expresión de quien cumple un deber
aunque sea turbio.

Finos hilos de sangre ralentizan
la decapitación.
El general asirio
es ahora un paisajista, un violador
que humilla doblemente.
 
La terrible violencia
conforma un claroscuro
donde venga Artemisia a cada víctima
de manadas brutales.
Su honra se repliega
en sábanas barrocas.

Entre la transposición verbal meramente descriptiva y la trascendente interpretación moral, los poemas de Cobalto oscuro recorren épocas históricas, tendencias artísticas y mentalidades socioculturales que -desde el Renacimiento a la actualidad, pasando por el impresionismo o el vanguardismo- indagan en lo humano, en lo plástico y en lo poético a través de la bien afinada voz de Verónica Aranda.

Poemas que dialogan con pintoras y épocas, situaciones y paisajes desde una posición activa que va más allá de la del espectador que contempla la superficie del cuadro para ahondar en la individualidad de cada pintura y cada autora. Y para algo más, quizás lo más decisivo: para hacer de cada cuadro un espejo en el que se refleja la profundidad de la mirada y se sumerge la propia voz poética.
 
Porque estos textos exceden la pincelada verbal o la condición de catálogo descriptivo, de homenaje cultural o de reivindicación de lo femenino en el arte para convertirse en un autorretrato reflexivo, en una meditación que se pregunta sobre el sentido de la vida, sobre el tiempo y la incertidumbre, sobre la soledad y la destrucción, el dolor y el deseo.
 
Miradas, reflexiones y preguntas de quien escribe versos como estos, que son a la vez reflejo y proyección del yo, a partir del Autorretrato con collar de espinas y colibrí que Frida Khalo pintó hace cuarenta años:
 
Hay un punto focal
de raíces cortadas
magullando mi cuello.
Esta es mi identidad.
 
Desde el verde floresta
oxigeno el dolor;
doy muerte al colibrí
por cada hijo no nacido.
 
En esa narrativa de la ausencia,
trepa el gato a mi hombro.
Me inquieta
su mirada verde trébol.