09 septiembre 2021

Una historia de la mentira




La persona posmoderna sabe, porque está entrenada para ello, que las diferentes redes sociales comportan sus propios códigos de conducta y que deberá proceder de manera diferente según donde se encuentre, aunque pueda estar interaccionando en varias de ellas al mismo tiempo. Con los años se ha acostumbrado a todo esto. A veces parece que lo llevara en los genes. Cuando la persona posmoderna se encuentra en una red en la que coincide con parte de su entorno laboral, tratará de ocultar determinados aspectos de su vida y actuará, e incluso se expresará, de una forma muy distinta a como lo hace en confianza. Si el propio medio es por completo profesional, este fingimiento irá a más y entonces mentirá respecto a sus habilidades, su experiencia y todo aquello que la pueda favorecer, hasta el punto de con el tiempo llegará a creer que sus exageraciones realmente sucedieron y forman parte de su currículum. Cuando el contexto sea más cercano, pero no íntimo, tampoco bajará la guardia y procurará reflejar una imagen de sí misma lo más parecida posible a como le gustaría ser. En esos momentos, la persona posmoderna se sentirá casi realizada, porque al fin podrá reforzar sus mecanismos mentales de autoengaño contando con la ayuda de todo tipo de recursos digitales. Materializará su sobreestimación ante los demás tanto como esté a su alcance, con fotografías, vídeos, filtros, versos, aforismos, pensamientos propios y plagios, incluso cuando haya una parte de ella que esté tomando conciencia de la mentira y aun cuando sea consciente de que una parte de los demás no termina de creerla. Le dará igual. Aceptará que las redes sociales suponen un reto constante a su capacidad de ficcionar y eso le hará sentir que vive intensamente.  

Juan Jacinto Muñoz Rengel. 
Una historia de la mentira. 
Alianza Editorial. Madrid, 2020.