29 noviembre 2022

Borges y Bioy. Obra completa en colaboración

 


H. Bustos Domecq y Suárez Lynch, los terceros escritores ficticios que firman la obra conjunta de Borges y Bioy Casares, son los Alias a los que alude el título del magnífico volumen en que Lumen recoge su obra completa en colaboración.

“Borges y Bioy -escribe Alan Pauls en su espléndido prólogo- eran el mismo otro: un tercer escritor, inasimilable a uno tanto como al otro, profundamente excéntrico. […] De ahí que Bustos Domecq y Suárez-Lynch -los alias con que Borges y Bioy formalizan la existencia del Tercer Escritor- sean algo más que seudónimos. Son escritores de derecho, tan autores como los autores que los inventaron. […]  La homogeneidad de estilo -piedra de toque de la prosa de Borges y de Bioy- suena a milagro de otro mundo y otra era.”

Así lo resumía el propio Borges: “Empezamos a escribir de un modo que no se parecía ni a Bioy ni a Borges. Creamos de algún modo entre los dos un tercer personaje […] Ese personaje existe, de algún modo. Pero sólo existe cuando estamos conversando.”

La colaboración, que comenzó en 1935 con la redacción de un folleto comercial para la leche cuajada La Martona -“pocas piezas publicitarias tan desatinadas y fértiles”, escribe Alan Pauls- y se mantuvo durante décadas. Así comenzaba el folleto de diez páginas que se reproduce íntegro al final de este volumen:

La LECHE CUAJADA limpia el organismo del hombre; adentro de él, ensancha su vida. Los mayores arcanos suelen estar a nuestro alrededor; también algunas maravillas; la costumbre excusa la conciencia, miramos sin ver y, lo que es peor, creyendo que nada queda por ver y vamos a lo remoto, menos inalcanzable que lo inmediato, en busca de esfinges y maravillas. El elixir de la larga vida, de los cuentos y de algunas débiles fallas de nuestra desesperanza, es por todos conocidos: la LECHE CUAJADA, alimento de Matusalén.

Aquel primer divertimento para promocionar un yogur de la empresa familiar de Bioy fue el comienzo de una colaboración sostenida en el tiempo que dio su primer fruto literario en 1942 cuando se publicaron Seis problemas para don Isidro Parodi, firmados por el ocurrente Bustos Domecq (Pujato, 1893). 

Vinieron luego, en 1946, una nueva entrega de Bustos Domecq (Dos fantasías memorables) y el relato policial Un modelo para la muerte, con el seudónimo Suárez-Lynch, discípulo del ya jubilado Bustos Domecq, que firma el prólogo. Y dos décadas después, las Crónicas de Bustos Domecq que en 1967 firmaron ya como Borges y Bioy Casares, guiones de cine (Los orilleros y El paraíso de los creyentes) y argumentos de largometrajes cinematográficos (Invasión y Los otros).

Treinta y cinco años después del primer libro, en 1977, los Nuevos cuentos de Bustos Domecq pusieron el punto final a aquella imaginativa empresa literaria, lúdica y seria a la vez.

Sorprendentes en sus elaboradas tramas y paródicos en su tonalidad, los Seis problemas para don Isidro Parodi, de H. Bustos Domecq, el alias fundamental, se abren con una doble fe de vida personal y literaria del autor: la semblanza escrita por su maestra Adelma Badoglio y el prólogo de otro heterónimo, su pedante amigo académico Gervasio Montenegro, que elogia sus virtudes literarias.

Los seis cuentos se sostienen sobre el esquema clásico enigma- detective, pero con una chocante y jocosa mezcla de oralidad y barroquismo expresivo, con un estilo que no es el de Borges ni el de Bioy, sino el de ese tercer autor, puesto al servicio de la indisimulada actitud satírica de sus creadores.

El propósito del libro, revelado por Montenegro en su ‘Palabra liminar’, es parodiar desde la inmovilidad de Parodi en su reclusión la figura de los detectives clásicos de Poe, Conan Doyle o Chesterton en la del desdichado y astuto Isidro Parodi, barbero profesional y detective aficionado que cumple una condena injusta de veintiún años de cárcel por un asesinato que no cometió. Desde la celda 273 del presidio, Parodi resuelve los enigmas policiales con una combinación de ingenio y capacidad deductiva a partir de los indicios y alusiones desperdigados en el relato de los hechos que aportan los testigos que acuden a narrarlos a su celda.

“En la movida crónica de la investigación policial -escriben los burlones Borges y Bioy tras la máscara de Gervasio Montenegro-, cabe a don Isidro el honor de ser el primer detective encarcelado.”

El magistral relato policial ‘Las doce figuras del mundo’ o el humorístico ‘La víctima de Tadeo Limardo’ son quizá los más destacados del conjunto de los seis cuentos.

Tras Dos fantasías memorables, dos relatos fantásticos firmados por Bustos Domecq; Un modelo para la muerte, de su heredero Suárez-Lynch, una “serie de bromas sobre bromas sobre otras bromas” de la que Borges acabó por renegar, sólo aparecieron algunos textos dispersos alejados ya del modelo policial, como los excelentes ‘La fiesta del monstruo’ y ‘El hijo de su amigo’, cercanos a Kafka y a Celine, a Hitchcock y a los hermanos Marx, que no se recogerán en un volumen hasta 1977.

Hay desde entonces un largo silencio editorial hasta que en 1967 aparecen, firmadas ya por Borges y Bioy, las Crónicas de Bustos Domecq, el penúltimo de los libros en colaboración. 

Con un nuevo prólogo de Gervasio Montenegro y un cambio desde el registro narrativo anterior al ensayístico, es un conjunto de veinte ensayos satíricos, casi todos vinculados con la crítica artística o literaria, que proyectan una mirada humorística y degradante sobre la vanguardia y la cultura contemporánea desde un estilo que no es ni el de Borges ni el de Bioy, sino el peculiar estilo del heterónimo Bustos Domecq, un estilo plural y ridículo, característico de un personaje ridículo, según Borges, que en el Epílogo de sus Obras completas en colaboración escribía:

“El arte de la colaboración literaria es el de ejecutar el milagro inverso: lograr que dos sean uno. Si el experimento no marra, ese aristotélico tercer hombre suele diferir de sus componentes, que lo tienen en poco. Tal es el triste caso del narrador santafesino Bustos Domecq, tan calumniado por Bioy Casares y por Borges, que le reprochan su barroca vulgaridad.”

La sátira sociocultural del arte contemporáneo o de las vanguardias literarias a través de artistas ficticios como Ramón Bonavena o César Paladión, y la parodia estilística de los textos de crítica quedan unidas en la compenetración de fondo y forma de estas crónicas de crítica cultural y sociológica con las que Bustos Domecq ha sido rebajado de categoría: es ya menos un heterónimo que un personaje de ficción, con vida literaria y un estilo propio, el de un crítico de arte en el diario Última Hora

Este es un fragmento de una de esas crónicas, la titulada ‘Naturalismo al día’:

Penetremos en el intríngulis. A la entrada de este apasionante mundillo descriptivista, el primer nombre que nos tiende la mano es, lo habéis adivinado, el de Lambkin Formento.
El destino de Hilario Lambkin Formento es harto curioso. En la redacción a que llevaba sus trabajos, en general muy breves y de escaso interés para el lector medio, se lo clasificaba como crítico objetivo, es decir como un hombre que excluye de su tarea de glosador todo elogio y toda censura. Sus «notículas», que se reducían no pocas veces a clichés de la tapa o sobrecubierta de los libros analizados, llegaron con el tiempo a puntualizar el formato, las dimensiones centimétricas, el peso específico, la tipografía, la calidad de la tinta y la porosidad y olor de papel.
[…]
Con su perspicacia habitual, Lambkin observó ante un corro de amigos que el mapa de tamaño natural comportaba graves dificultades, pero que análogo procedimiento no era inaplicable a otros ramos, verbigracia a la crítica. Levantar un «mapa» de la Divina Comedia fue, desde aquel momento oportuno, la razón de su vida. Al principio, contentose con publicar, en mínimos y deficientes clichés, los esquemas de los círculos infernales, de la torre del purgatorio y de los cielos concéntricos, que adornan la acreditada edición de Diño Provenzal. Su natural exigente no se dio, sin embargo, por satisfecho. ¡El poema dantesco se le escapaba! Una segunda iluminación, a la que muy pronto siguiera una laboriosa y larga paciencia, lo rescató de aquel transitorio marasmo. El día 23 de febrero de 1931 intuyó que la descripción del poema, para ser perfecta, debía coincidir palabra por palabra con el poema, de igual modo que el famoso mapa coincidía punto por punto con el Imperio. Eliminó, al cabo de maduras reflexiones, el prólogo, las notas, el índice y el nombre y domicilio del editor y entregó a la imprenta la obra de Dante. ¡Así quedó inaugurado, en nuestra metrópoli, el primer monumento descriptivista!

En 1977 se publica el último fruto de la colaboración entre Borges y Bioy, los Nuevos cuentos de Bustos Domecq, una colección de nueve relatos narrados en primera persona por sus protagonistas.

Se rescataron en este volumen el antiperonista ‘La fiesta del monstruo’, que había circulado clandestinamente desde 1947 hasta que se publicó en Montevideo en 1955, y el memorable ‘El hijo de su amigo’, un relato sobre la traición que algunos críticos consideran la cima literaria de sus colaboraciones.