Pololos, banda y música
Quienes la conocieron en sus últimos años pudieron ver en ella no sólo su ruina personal, sino la simbólica descomposición de un régimen y de unas concepciones tan rancias como su aspecto. Esos últimos años le otorgaron las injurias añadidas de la decadencia física y el olvido.
Sobre el rostro femenino de la Falange ha escrito Antonio-Prometeo Moya sus Últimas conversaciones con Pilar Primo, que ha editado Caballo de Troya con deliberada ambigüedad en el género del libro para dar la sensación de que la novela es un documento que recoge la transcripción de unas conversaciones grabadas en diciembre de 1990, unos meses antes de la muerte del personaje.
Un diálogo puro y verosímil con el que se construye la imagen del personaje, de una anciana a ratos patética, a ratos ingenua y siempre desorientada.
Después de cada conversación, aparecen unos intermedios narrativos y descriptivos en los que un narrador omnisciente nos introduce en el mundo de recuerdos y pensamientos del personaje. Son los momentos en los que Pilar Primo se queda sola en casa con su pasado y sus fantasmas, con sus monólogos de pesadilla, con un tiempo que a veces es blanco y vacío mientras hace solitarios con una baraja española.Y aparecen así la alegoría del cisne, el lamento del yugo corporal y las flechas del remordimiento, la anatomía de un reflejo y el sermón de la ira, los estragos del tiempo, las primeras y las últimas verdades o las últimas excusas antes de la despedida definitiva.
En esos textos, los de mayor altura estilística de la novela, un narrador implacable con el personaje desmantela su frágil decorado de banderas y sus recuerdos de desfiles y brazos en alto con pololos, banda y música.
Un diálogo puro y verosímil con el que se construye la imagen del personaje, de una anciana a ratos patética, a ratos ingenua y siempre desorientada.
Después de cada conversación, aparecen unos intermedios narrativos y descriptivos en los que un narrador omnisciente nos introduce en el mundo de recuerdos y pensamientos del personaje. Son los momentos en los que Pilar Primo se queda sola en casa con su pasado y sus fantasmas, con sus monólogos de pesadilla, con un tiempo que a veces es blanco y vacío mientras hace solitarios con una baraja española.Y aparecen así la alegoría del cisne, el lamento del yugo corporal y las flechas del remordimiento, la anatomía de un reflejo y el sermón de la ira, los estragos del tiempo, las primeras y las últimas verdades o las últimas excusas antes de la despedida definitiva.
En esos textos, los de mayor altura estilística de la novela, un narrador implacable con el personaje desmantela su frágil decorado de banderas y sus recuerdos de desfiles y brazos en alto con pololos, banda y música.
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