25 septiembre 2018

El legado de Homero




No sabemos nada acerca de Homero. No ocurre lo mismo con sus libros. En un sentido real, conocemos la Ilíada y la Odisea antes de abrirlas por la primera página. Aun antes de empezar a seguir los cambios de humor de Aquiles o a admirar el ingenio y el valor de Ulises, hemos aprendido a esperar que en algún lugar de estas historias acerca de una guerra en el tiempo y un viaje en el espacio se nos transmitirá la experiencia de toda lucha y todo desplazamiento humanos. Dos de nuestras más viejas metáforas nos dicen que toda vida es una batalla y toda vida es un viaje; si la Odisea y la Ilíada se inspiraron en estas ideas o si estas ideas proceden de la Ilíada y la Odisea, carece, a fin de cuentas, de importancia, ya que un libro y sus lectores son espejos que se reflejan de forma interminable. Sean cuales fueren sus nebulosos orígenes, la mayoría de los estudiosos suponen ahora que los poemas atribuidos a Homero constituyeron en un principio composiciones dispersas de distintos tipos que finalmente se fundieron y se entrelazaron para formar los dos extensos relatos que hoy conocemos: uno describe la tragedia de un solo lugar, Troya, por el que pelean un gran número de hombres; el otro narra las aventuras de un solo personaje, Ulises, que se abre camino a través de innumerables peligros durante su viaje de regreso a casa. Para los futuros lectores de Homero, Troya llegó a representar todas las ciudades y Ulises todos los hombres.

Alberto Manguel.
El legado de Homero.
Traducción de Carmen Criado.
Debate. Barcelona, 2010