21 febrero 2019

Alianza Literaturas


“¡Veciños, veciños, roubaron o Corpo Santo!

En la mañana de niebla, casi al alba, las voces estremecen el aire como trompetas. Toca todavía la campana, a la primera misa; pero su sonido es tenue, precavido, como para entrar de puntillas en las alcobas oscuras, un sonido al que se da la espalda, que se esquiva o acalla metiendo la cabeza bajo las sábanas. “Pepiño, levántate, que ya son las seis y media.” Un sonido que sería impertinente si no fuera habitual; que sería íntimamente detestado si no actuara de despertador, a esa hora en que los que trabajan tienen que despertarse.

¡Veciños, veciños, roubaron o Corpo Santo!

Aquella señora enlutada, que se llama la Tía Benita dos Carallos por los muchos que mete en la conversación, quizá para garantizar la veracidad de sus afirmaciones, y tiene una tienda de abacería en la calle del Rostro Mugriento; aquella mujer arrugada que, además del luto, muestra las canas del cabello, pega voces allá en lo alto de la escalinata, voces tremendas, voces desgarradas, voces despepitadas, en el mismo momento en que la niebla se esclarece un poquito porque el sol acaba de salir y le presta algo de su luminosidad; en el momento en que la niebla, allá abajo, en la Ciudad Nueva, se hace más espesa y gris por la parte del Mendo, más ocre y húmeda por la parte del Baralla: lento el uno, rápido y alborotado el otro; de aguas densas el Mendo, de aguas opacas; transparentes, ligeras, las del Baralla, que se cuentan las guijas relucientes de su lecho. El Mendo es atractivo y siniestro: invita a mirarse en él como un espejo, y hay que apartarse de prisa, porque en los adentros del que se mira nace en seguida un deseo incoercible de aniquilamiento. El Baralla invita, en cambio, a la aventura, a la evasión, al viaje: no descanso, sino camino ofrece; no tumba, sino vehículo. Los cuatro J. B. de que se guarda memoria, por él marcharon hacia la mar, si bien algunos aseguren que se cayeron al Mendo y fueron devorados de las lampreas.

¡Veciños, veciños, roubaron o Corpo Santo!”

Con esos párrafos se abre el Incipit de La saga/fuga de J. B., de Gonzalo Torrente Ballester, uno de los titulos que inauguran la nueva colección Alianza Literaturasque llega hoy a las librerías y aspira a dar cuenta de un panorama amplio en contenidos, diverso en géneros y variado en formatos. 
Diseñada por Manuel Estrada, responsable de la renovación gráfica de la emblemática colección El libro de bolsillo de Alianza Editorial, Alianza Literaturas recogerá, según señala la nota editorial, la obra de "Clásicos y contemporáneos, noveles y experimentados, en una propuesta que pretende explorar cuanto de bueno se está escribiendo en el mundo y en el ámbito de la lengua española. Autores que pasan a formar parte del catálogo más representativo de Alianza Editorial junto a los nombres que han contribuido a dar forma al canon de la literatura contemporánea."
 La saga/fuga de J. B. -escribe Andrés Barba en el prólogo- es "algo más que una novela extraordinaria o, si me apuran y por repetir un giro academicista que casi nunca significa nada sustancioso, «una pieza clave en la narrativa española del siglo XX». Al margen de su calidad, su invención, el dinamismo de su estructura y el alarde de su destreza técnica -de los que ya hablaremos-, La saga/fuga de J. B. es un milagro: una encarnación del espíritu gallego y uno de los retratos espirituales más incuestionables de nuestro país (sea eso lo que sea: el espíritu y el país)."