16 junio 2019

José Manuel Ramón. La tierra y el cielo


Con una estructura constructiva contrapuntística que se mueve entre lo oracular y lo visionario, construye José Manuel Ramón La tierra y el cielo, que publica Ars Poetica. 

Este es un ejemplo de ese movimiento balanceado, que en página par y en cursiva recuerda la tonalidad del coro de la tragedia clásica : 

¡Ah de aquellos que tanto ansiáis saber! 
¡Olvidad el dolor! ¡Que el haz desista 
sobre el cráneo que ciñe lo humano! 

¡Sí, [...] la pálida oscuridad vibrante! 

Y en la página siguiente reúne la descripción evocadora y la indagación en las profundidades del ser desde lo oscuro del origen y la conciencia:

un ciego rumor 
el arroyo del deshielo 
como fardo líquido que sobrias 
estaciones anudaran 

¡ah encendía 
el deseo serojas 
revivía paisajes 
el sílex! 

tal vez 
apenas intuyeran 
la aridez del origen 
del espíritu la ignota raíz 
mas celebraron las presencias 
que los chamanes constataban 
en una suerte de rituales 
y asunciones 

e impregnada 
de extrañas tesituras 
la tribu humilló 
descendió 
                   al bruno cobre del cauce 
buscando en corrientes de arena 
como en arduos memoriales 
restos perdidos de luz 
que condicionaran 
nuestro ser 
antiguo 

Y el poeta se reivindica así como heredero de Prometeo, el que enciende el fuego y la palabra para iluminar la noche de la caverna primordial para explorar el mundo con antorchas de palabras y memoria a lo largo de sus tres partes: desde el Memorial de antorchas (Cielo) a la Nieve perpetua (Tierra) para entrar en la Noche profunda (Inframundo):

avanzan siglos 
por oscuros corredores 
franqueando el útero de la tierra 
y buscando pasos ocultos hacia 
el inframundo. 

Abre el volumen un prólogo -Un diálogo infinito- en el que Miguel Veyrat dice que en este libro “reinventa el poeta el recorrido de la palabra entre tierra y cielo para que cada estalagmita de sentido pueda corresponderse con ese Otro que le aguarda. En los intervalos ocupados por el silencio en que crece la respuesta a la gota caída en su destino para crear otra realidad distinta, nos revela todo su significado este canto, sólo aparentemente fragmentario porque destinado a continuarse en un diálogo infinito.”

Un diálogo que no es sólo el que se establece entre las páginas enfrentadas de La tierra y el cielo, sino el que se propone al lector en estos poemas repletos de misterio, de sugerencias y de iluminaciones.