19 agosto 2019

Sobre crítica y críticos




La crítica […] puede servir para hacernos mejores lectores de los mejores libros.
De ahí que no engrose un servidor las filas anarcoides de quienes predican la abolición de toda crítica. ¿Que esta supone un ejercicio autoritario,  una mediación que tamiza y condiciona, un sistema represivo que atornilla las estructuras del poder? Tal vez, pero hoy jerarquizar, establecer un canon, apuntar una dirección, filtrar lo válido que pueda flotar en un  océano de iirelevancia, resulta muy útil al lector medio porque éste no dispone de tiempo para leerlo todo. O sea para prescindir de las mediaciones  y acudir directo a los veneros  de la literatura. El crítico, o el librero de antaño, son como ese camarero del restaurante de postín que conoce el gusto del comensal y sabe qué es lo más fresco que se trasiega en la cocina, y por eso le aconseja tal o cual con mucho tino. Lo cual ahorra el trabajo, inasequible para cualquier estómago, de recorrer todo el menú en busca de la pieza idónea. 
Lo que ocurre es que luego, como pedía Eliot, hay que criticar al crítico. Es decir, que hay que relativizar cuanto dice, saber que lo enuncia todo desde una posición - estética, ideológica, generacional- determinada. No, el crítico no escribe "desde ninguna parte", y por eso sólo es honrada la crítica que desciende de ese estatuto supraceleste y se dedica, ante todo, a informar al lector para que este decida si lee o no el libro.

Gabriel Insausti. 
El oro del tiempo. 
Diarios, 2010-2013. 
Renacimiento. Biblioteca de la memoria. Sevilla, 2018