20 octubre 2019

Petrarca ante el paisaje y en sus jardines



“Resumiendo las ideas que se manejan y atendiendo a la cuestión paisajística, creo que puede afirmarse, como tantas veces se ha dicho, que en esta carta se funda, o aparece, una nueva mirada comprensiva sobre el paisaje o, casi mejor, de manera más amplia, una nueva relación consciente con la naturaleza y con su cara visible, el paisaje. [...] La montaña, como lugar de transformación interior, no está elegida al azar. [...] La montaña, claro es, proporciona una alegoría fácil sobre las dificultades de la vida y sobre el ascenso hacia la perfección, un tema de contenido platónico muy caro a Agustín de Hipona y al propio Petrarca. Pero el carácter autobiográfico del texto exige prestar atención a la puesta en escena: y en ella es indudable que el entorno y su apreciación (la amplitud de las vistas desde la cumbre, desde Lyon a Marsella, la aspereza de la montaña, la sutileza del aire, el mar de nubes a sus pies) conforman una percepción compleja, una mirada al entorno hasta entonces inexistente en este tipo de introspecciones. [...] El móvil, justamente, que lleva a Petrarca, según él mismo dice, a emprender la excursión: el deseo de ver la extraordinaria altura del lugar. Creo, desde luego, que una lectura atenta de la Fam. IV, 1 no puede dejar de arrojar luz sobre eso que se ha dado en llamar una nueva mirada sobre el paisaje y hacernos concluir que, efectivamente, dicha mirada existió”, escribe Francisco Páez de la Cadena en su espléndido artículo 'Petrarca ante el paisaje y en sus jardines: Autobiografía y modernidad', que forma parte del volumen colectivo Renacimiento y Modernidad que publica Tecnos

El profundo análisis que Páez de la Cadena hace de la Epístola familiar en la que Petrarca describía su ascensión al Mont Ventoux le permite descubrir esa nueva mirada al paisaje que el humanista proyectó en otros textos como las epístolas a Horacio y Virgilio, en las que recuperó el tópico horaciano del Beatus ille: 

“Petrarca, característicamente, dota de carácter nuevo a esta apropiación tan personal de lo antiguo, aportando una profundidad hasta entonces desconocida: desde mi punto de vista esta dicotomía rus-urbs plasma bien el dilema petrarquesco vita activa-vita contemplativa y manifiesta una dialéctica subyacente que ilustra muy bien sus ideas sobre el paisaje al contraponer campo y ciudad, dialéctica asociada a aspectos negativos y positivos en ambos casos y que materializa de modo muy temprano lo que hoy día suele denominarse sense of place. Esta expresión, no demasiado precisa, suele indicar la relación del individuo con un lugar y se refiere sobre todo a su vinculación anímica positiva o negativa con él.” 

Esa mirada petrarquista al paisaje se reflejó también en las anotaciones en latín del jardinero aficionado que fue también Petrarca, lo que completa esta lectura atenta de Francisco Páez de la Cadena que “permite arrojar luz sobre algunas de las múltiples caras de Petrarca, como la relación con el paisaje y los jardines y la escenografía naturalística en la que se mueve su autobiografía.”