26 febrero 2020

¡Absalón, Absalón!


Tras dos años y medio complicados y llenos de contrariedades, con malas relaciones con su mujer, con el trauma por la muerte de su hermano pequeño en un accidente con la avioneta que él mismo le había regalado y tras una cura de desintoxicación en un hospital, William Faulkner terminó a principios de 1936 ¡Absalón, Absalón!, una de sus novelas fundamentales, junto con El ruido y la furia, Mientras agonizo o Luz de agosto.

La publicó a finales de octubre de ese mismo año con un mapa del Condado de Yoknapatawpha que él mismo había elaborado, del que Faulkner se declara “único dueño y propietario”. Aparecen allí no sólo los lugares de esa topografía apócrifa, cuyo centro es la ciudad de Jefferson, sino las diferentes ramas familiares que habitaron ese territorio imaginario que constituye una parte imprescindible de la geografía literaria del siglo XX.



De la primera edición se imprimieron siete mil ejemplares el mismo año en que Lo que el viento se llevó, ese abominable artefacto subliterario, vendía cincuenta mil en un día y más de un millón en seis meses antes de ganar el Pulitzer frente a una obra maestra como ¡Absalón, Absalón!, de la que acaba de aparecer una nueva traducción de Bernardo Santano Moreno en Letras Universales Cátedra que llega hoy a las librerías.

Además de una estupenda traducción que remedia las carencias de las anteriores versiones en español de la novela, Bernardo Santano ha elaborado un esclarecedor estudio introductorio que explora los temas que se cruzan en la trama de ¡Absalón, Absalón!, sobre la que afirma: 

 Hoy nadie pone en duda que ¡Absalón, Absalón! es una obra maestra de la literatura norteamericana del siglo XX y que desde luego es una novela clave en la literatura universal.

 Para facilitar su lectura, antes del texto se ha incorporado una sinopsis que facilita al lector el seguimiento de los nueve capítulos narrados por cuatro personajes diferentes, desde el principal, Quentin Compson, pasando por su padre y su abuelo, hasta Rosa Coldfield, la cuñada de Sutpen, y Shreve MacCannon, compañero de Quentin en Harvard a comienzos del siglo XX.