19 septiembre 2020

Galdós en Madrid


Galdós salvaba del veneno a las criaturas, como Velázquez salvaba del veneno a los colores. Y ahí están, en Madrid. De aquí también que el lugar elegido por él para sus más entrañables criaturas fuera este Madrid, ¡oh, Señor!, con vocación sacrificial, en ese su inabarcable darse en la luz y en la sangre. No se sabe por qué, o tal vez sí, algo sabía Galdós acerca de su misterio, que se sabe y no se sabe, como sucede con los misterios de verdad, y por ello inacabables misterios, donde no caben los dogmas ni las definiciones, desnudas matemáticas. Había que pasar por Madrid, o venir a él irresistiblemente. Así, entre tantos, don Miguel de Unamuno, tan afincado en su Salamanca; pero también el «cateto», el cursi, el apocado, dejaban de serlo si pasaban por tan singular ciudad, donde todo cobraba un sello nuevo, donde se da la preciosa conjunción de su luz, su aire y sus fuentes esenciales, una tierra, un lugar de horizontes, donde se da ese no sé qué trascendiendo, porque lo que sucede en Madrid trasciende.

María Zambrano. 
Galdós en Madrid. 
En La España de Galdós
Alianza Editorial. Madrid, 2011.