08 marzo 2021

Un año después


 Cada mañana, en las pantallas de televisión aparecía el responsable científico del gobierno experto en epidemias, un tonto ilustrado que se comportaba como si todo lo supiera. En su opinión no convenía alarmarse más de lo debido: los síntomas eran parecidos a los de la gripe y no resultaba previsible que hubiera muchos infectados. Uno o dos a lo sumo. Ningún riesgo poblacional. El presidente del gobierno, un gabinete progresista y feminista según insistían sus miembros, explicó que el país tenía uno de los mejores sistemas de salud del mundo. Ningún pánico entonces. Convenía, eso sí, lavarse las manos con agua y jabón varias veces al día. Las televisiones emitieron reportajes sobre la manera adecuada de abrir el grifo y frotarse los dedos durante un minuto al menos.

El gobierno feminista y progresista de Pedro Sánchez y las gentes que lo arropaban habían previsto una demostración de fuerza en las calles. ¿Era prudente mantenerla ante la amenaza de la epidemia? ¿Se podía ir a la manifestación sin riesgos de contagio? El idiota oficial volvió a tranquilizar las conciencias: que cada cual hiciera lo que le viniera en gana. Ese domingo miles de españolas y españoles, con el gobierno casi en pleno al frente, llenaron las calles. El mismo día que Italia ponía en cuarentena la Lombardía y otras provincias adyacentes. Dieciséis millones de personas atrapadas. ¡Caray!, decían los españoles, no puede ser para tanto.

En la conferencia de prensa del lunes 9 la sonrisa del tonto se congeló. Mil doscientos casos positivos de coronavirus en España y veintiocho muertos.


Juan Luis Cebrián.
Caos. 
El poder de los idiotas.
Espasa. Barcelona, 2020.