En este último caso nuestra izquierda muestra un inexplicable aturdimiento intelectual. La exigencia nacionalista de "reconocimiento de identidad de sus pueblos", que se traduce en excluir al castellano de la vida institucional en las comunidades autónomas con "identidad propia", no es justa ni buena por su simple existencia. Se trata de una reclamación que se sostiene en falsedades, habida cuenta de que el castellano, además de común, es la lengua mayoritaria de "sus pueblos", sobre todo entre los más humildes. Además favorece políticas antiigualitarias, que limitan las posibilidades de muchos ciudadanos en el acceso a posiciones sociales y laborales, en esas comunidades y en el conjunto de España, como confirman los estudios sobre la composición de las clases políticas y la movilidad social. En particular, la investigación pulcra muestra el efecto discriminador de los filtros lingüísticos arbitrarios.
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Pocos ejemplos más patéticos que el de la izquierda catalana en su defensa de tesis nacionalistas. En lugar de criticarlas, que es lo que cabe esperar, apela a la existencia "de un sentimiento" para sumarse a ellas y, por ende, confirmar - con esa petición de principio, por vía práctica - la existencia del "sentimiento". Naturalmente, con ello da por bueno no sólo el "sentimiento" sino "el argumento" de (apelar a) el sentimiento. Si lo sentimientos no fueran evaluables y condenables, deberíamos defender los crímenes pasionales o la xenofobia. O simplemente nos instalaríamos en el peor nihilismo.
Félix Ovejero Lucas
¿Idiotas o ciudadanos?
El 15-M y la teoría de la democracia.
Montesinos. Barcelona, 2013.