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22 julio 2023

Socialistas recalcitrantes

 


Este PSOE apenas se parece al de hace unos años. Al de hace muchos años, precisemos. Porque algunos todavía nos acordamos de cuando, gobernando Aznar, Eguiguren se reunía con ETA con el beneplácito de Zapatero, quien decía apoyar la política del Gobierno. Ni la apoyaba ni la apoyaría: de haberla mantenido cuando él gobernó, habría facilitado la derrota política de ETA, de quienes ahora constituyen apoyos fundamentales de Sánchez y que han normalizado un argumentario etnicista comprado y distribuido por los propios socialistas.

El empeño difusor, admitamos, se entiende. Si pactas con ellos, debes justificar tu decisión. Por ese camino, el PSOE ha contribuido decisivamente a reforzar una patraña clásica de nuestra reciente historia política: los nacionalismos -y hasta el mismo terrorismo- constituyen reacciones extremas -pero explicables- a un ancestral maltrato de España que debe ser reparado. En la operación, naturalmente, ha ayudado el PSC, con varios másteres en la materia. Bastaría una exploración superficial para confirmar que sus programas son los de los nacionalistas del año anterior: hoy reclaman lo que ayer condenaron. Si califican como voxero el bilingüismo que durante tantos años defendieron. No nos engañemos, ese es el guion que los fieles votantes socialistas han comprado: España como patología.
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El problema es que los políticos, compelidos por la sórdida lógica del mercado político, no se rigen por la virtud sino por la necesidad. Cuando de un día para otro, en 2019, Sánchez se desvinculó de sus promesas -incondicionales: «Se lo repito, nunca...»- del mes anterior, no fue resultado de una profunda meditación intelectual ante nuevos datos. Simplemente abandonó la retórica que le había permitido ganar las elecciones por otra que le aseguraba gobernar, sin que le importara su incompatibilidad. Nada que pueda sorprender en Sánchez, amasado con un barro muy especial. Lo malo es que, en la política, sobreviven los moldeados con ese barro. En otra variante forja también a los barones: se impone la prioridad del cargo. Su particular inconsistencia en este periodo ha sido diferente: entre la palabrería solemne («me duele España») y los pactos reales.

El problema no es que Sánchez se crea sus mentiras, si se las cree. Es que se ve obligado a defenderlas y, detrás de él, todos. Los primeros, los barones que, para defender los pactos con sus protonacionalismos locales, se encargaron de hacer digerible el mensaje. Eso sí, de paso, para cebar a sus aborígenes, arremeten flamencos contra los nacionalistas patanegra: «La defensa de nuestra identidad es compatible con un profundo patriotismo español». Bravatas que, por primitivas, siempre estimulan a sus votantes: el nacionalismo contra otro nacionalismo. Por cierto, el PP tampoco falta a esa cita, como se ve en la pirotecnia andalucista de Moreno Bonilla. Y es que para esas causas siempre hay votos. Lo dejó claro hasta el candidato de Vox en Valencia en las pasadas elecciones: «El valenciano es útil para encontrar trabajo». Se lo resumo: «Primer els de casa»; en la lengua de todos: «Levantemos barreras para que no vengan los de fuera». El resultado: el país entero agraviado por el país de todos. Por ese camino se acaba de sellar el patológico relato político colectivo: España como anomalía.
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Tenemos experiencia acumulada: desde la Transición se ha impuesto -izquierda mediante- la fabulación nacionalista que equipara España a franquismo y nacionalismo a democracia. Y su implicación: España está en una perpetua deuda con los nacionalismos. Ese es el guion renovado por la izquierda y en circulación en toda España.

Ese cuento, sobre el que se ha levantado la historia de nuestra reciente democracia, es el que los socialistas han bendecido, renovado y distribuido, y lo han inoculado a toda la sociedad española. Quizá por necesidad, pero, más temprano que tarde, por convicción, porque todos tenemos que creernos a nosotros mismos. Si tienen alguna duda, repasen la historia del PSC en Cataluña.

Lo peor es que, a partir de determinadas dosis, los votantes ni se enteran. Se inmunizan. Pero extienden el virus. No son responsables aunque sí protagonistas. Y víctimas. Y repiten voto.

Félix Ovejero.
Socialistas recalcitrantes.
 El Mundo, 21-07-2023.