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18 agosto 2023

Jorge Luis Borges & Osvaldo Ferrari. En diálogo

 


Quizá hablé sobre el tema de que cada país elige, prefiere ser representado por un libro, y que ese libro suele no parecerse al país. Por ejemplo, se entiende que Shakespeare es Inglaterra. Sin embargo, ninguna de las características habituales del inglés se encuentran en Shakespeare, ya que los ingleses suelen ser reservados, de pocas palabras, y en cambio Shakespeare fluye como un gran río, abunda en hipérboles, en metáforas; es todo lo contrario de un inglés. O, en el caso de Goethe, tenemos los alemanes, fácilmente fanáticos, y Goethe viene a ser lo contrario de eso: un hombre tolerante, un hombre que cuando Napoleón invade a Alemania va a saludarlo a Napoleón. No se parece en nada Goethe a un alemán. Ahora, parece que en general ocurre eso, ¿no?
—Sobre todo en el caso de los clásicos.
—Sobre todo en el caso de los clásicos, sí. O, por ejemplo, España y Cervantes. Bueno, y… la España contemporánea de Cervantes es la España de los quemaderos del Santo Oficio, la España fanática. Y Cervantes, dentro del hecho de ser español, es un hombre sonriente, uno se lo imagina como tolerante; no tenía nada que ver. Sería como si cada país buscara una especie de contraveneno en el autor que elige. En el caso de Francia, tienen una literatura tan rica que no se ha elegido a una persona; pero, si se lo elige a Hugo, evidentemente Hugo no se parece a la mayoría de los franceses.

Jorge Luis Borges & Osvaldo Ferrari.
En diálogo.
Siglo XXI. México, 2005.