02 mayo 2025
Afortunadamente, he sido privilegiado con una gran retentiva, de suerte que estas anotaciones, aunque sean un tanto caóticas, sí representan mi vida pasada.
Fue Jorge III quien, al ser obsequiado por Gibbon con un ejemplar de su Decadencia y caída del Imperio Romano, le dijo: «Otro pedazo de libraco. Siempre garabateando, ¿eh, señor Gibbon?».
Yo espero que estos garabatos resulten divertidos.
Gerald Durrell.
“Cómo dar a luz una autobiografía”,
en Yo mismo y otros animales.
Traducción de María Luisa Balseiro.
Alianza Editorial. Madrid, 2025.
01 mayo 2025
Gerardo
Gerardo salió al encuentro, como el duende que sorprende en el bosque a un buscador de setas. Néstor Rubial, periodista inepto para la ficción, llevaba meses atascado en las primeras páginas de su presunta novela, empecinado en apuntalarla con algún personaje histórico de relieve. Anhelaba un héroe, un protagonista, una celebridad, justo lo contrario de cuanto Gerardo le mostró a Rubial en aquella primera visión: solo era un nombre en la sombra, un secundario, uno de esos vagones grises que los anales desvían a las vías muertas, donde se detienen casi en silencio.
Tentado por un goloso anticipo, acorde con su reputación profesional, Rubial había dejado temporalmente su trabajo como periodista de crímenes y sucesos. El paréntesis cuajó más por fatiga mental que por genuina vocación literaria. Viudo reciente y apático para nuevos vínculos amorosos, creía que escribir una novela añadiría pizcas de sal y pimienta a su rutinaria existencia.
Así comienza ‘Aparición’, el capítulo inicial de Gerardo, la primera novela del periodista y escritor Marco Porras, que acaba de publicar Eolas Ediciones.
Está inspirada en un personaje histórico, Gerardo Salvador Merino (1910-1971), que tuvo cargos relevantes en la Falange como jefe provincial en La Coruña y en el primer franquismo (fue el primer jefe de la Delegación Nacional de Sindicatos, los sindicatos verticales), hasta que fue cesado fulminantemente en 1941 por supuestos vínculos con la masonería y condenado a doce años de prisión, conmutados por esos mismos años de confinamiento en Ibiza, aunque sería rehabilitado profesionalmente y ejercería como notario en Sardañola. Esa actividad le serviría para vincularse con el mundo empresarial y ascender a la cúpula directiva de Motor Ibérica o Tabacos de Filipinas, donde coincidió con Jaime Gil de Biedma, hijo del consejero director de la compañía.
Será ese periodista de sucesos, Néstor Rubial, “inepto para la ficción” y acuciado por su editora, quien tras esa aparición encuentre en la figura de Gerardo la materia que buscaba para su novela:
Gerardo Salvador Merino -Gerardo a secas, como era costumbre entre falangistas-, entonces apenas intuido, le salió al paso como un inesperado bandolero de caminos, cuando más perdido se encontraba el escritor, ávido de inspiración. Se hallaba despistado entre la historia bélica del siglo XX, fronda feroz de guerras sin cicatriz, donde cada quien solo llora a sus muertos.
Así surgió Gerardo, sin apellidos, como tantos le conocieron. Poco a poco, vestido de camisa azul mahón, Gerardo se convirtió en una presencia doméstica para Rubial.
Aquella compañía fantasmal, ni anhelada ni evitada, vagaba a diario por la casa, lo acompañaba a comprar el pan, se metía en su dormitorio…, claros síntomas de que debía dedicarle atención. Así que el escritor le planteó a Gerardo -y se planteó a sí mismo- no pocas preguntas, un largo cuestionario que bien podría resumirse en un único interrogante: ¿quién fue Gerardo?
A partir de ese momento de revelación y a lo largo de la novela, conducido por la investigación creciente y fructífera de Rubial, el lector asiste a una ágil narración que recrea la peripecia vital del personaje, su complejidad enigmática, sus aristas desconocidas. Y también a la relación entre el novelista y el personaje, a la reflexión metaliteraria de Rubial sobre su novela en marcha, sobre el proceso de construcción de la obra.
Sólidamente documentada -no en vano Marco Porras es periodista de formación y ejercicio- y planteada, desarrollado y resuelto con solvencia, pues el autor tiene acreditada ya una trayectoria narrativa apreciable en el terreno del relato breve, esta novela se organiza en ocho partes tituladas con versos del Cara al sol, el himno falangista.
Sus noventa y nueve capítulos breves, de títulos precisos que resumen su contenido en una palabra, están construidos como viñetas o secuencias rápidas que aseguran el ritmo narrativo y desarrollan la figura de un personaje que se va perfilando como “un Gerardo idealista, temperamental, enérgico, ambicioso, inteligente, con mimbres de líder.”
Un líder capaz de encabezar una rebelión de presos en Fuente Álamo y tomar Cartagena y que, tras recibir la Laureada de San Fernando como héroe de guerra, después de su caída en desgracia y su expulsión de la política, acabó ejerciendo ese liderazgo en el ámbito privado de los negocios hasta su muerte repentina por infarto el 31 de julio de 1971.
Se va delimitando así, sobre el agitado telón de fondo de la Segunda República, la Guerra Civil y la posguerra, el contorno humano del personaje, su trayectoria profesional como notario y su actividad política en la Falange, aunque “las aristas del Gerardo más político descolocan a Rubial.”
Cierra la novela un recuento del amplio número de personas y personajes que la pueblan, enumerados por orden de aparición, un orientador Dramatis personae que, a la manera de Álvaro Cunqueiro, resume los rasgos más significativos de un elenco de personajes relacionados directa o transversalmente con la historia del protagonista.
Decenas de personajes que ayudan a componer el panorama global de la España en la que vivió Gerardo, porque esta no es solo una novela de protagonista, sino un reportaje sobre el decisivo periodo histórico en el que se desarrolló la peripecia existencial de aquel “hombre activo, ambicioso e idealista que era Gerardo”.
30 abril 2025
Grita, de Roberto Saviano
“Habéis callado demasiado tiempo. ¡Se acabó el silencio! Gritad con cien mil lenguas. Con tanto silencio el mundo se pudre.”
Esas palabras de Santa Catalina de Siena podrían resumir el sentido de Grita, el libro de Roberto Saviano que publica Anagrama con traducción de Juan Manuel Salmerón Arjona.
Ese párrafo es el epígrafe que abre uno de los capítulos centrales del libro, “Las palabras del pueblo”, dedicado a los hermanos Grimm.
Iluminado con ilustraciones de Alessandro Baroncia, Grita se inicia con un mapa y un espejo en el que se refleja el Saviano adolescente que iba al Instituto Díaz de Caserta:
Tú eres ahora quien busca las respuestas que yo buscaba.[…] Las historias que voy a contarte si sabes leerlas podrán servirte de escudo, incluso de munición, una munición particular que da vida en lugar de quitarla. Considéralo un regalo de un amigo, de un superviviente, o una linterna.
Un mapa que además de servir de orientación desde el punto de partida, es muchas otras cosas: escudo ante la mentira, munición contra la iniquidad, linterna para iluminar el pasado y el presente, porque “algunas historias son recientes, aún huelen a pólvora. Otras son antiquísimas, digamos que las he sacado del fondo de un estanque lleno de cieno. Algunas te las cuento tal y como están en las fuentes, otras las relato para que parezcan una fábula, una parábola, una lección de vida.”
Narradas con la agilidad eficiente de su prosa, Saviano reúne en estas páginas historias potentes, ejemplos y parábolas de quienes no guardaron silencio ante el miedo y levantaron la voz frente a la injusticia. Treinta historias que responden a las preguntas que plantea el mapa. Preguntas como estas:
¿Sabes cuándo empieza a hacer efecto el veneno de una mentira?
¿Y si fuera a ti a quien le faltara el aire?
¿Quién ha escrito el guion que estás leyendo?
¿Y tú has decidido de qué parte estás?
¿Crees que los fanáticos son los demás?
¿Sabes luchar aunque tengas miedo?
¿Ves las trampas que se hacen con palabras?
¿Vas a gritar cuando veas que son cien contra uno?
Preguntas que alguna vez se hizo Saviano antes de escribir Gomorra y a las que respondieron algunos de los protagonistas de Los valientes están solos, como Giovanni Falcone o Paolo Borsellino.
Las respuestas las dan aquí Hipatia de Alejandría frente a los talibanes, Anna Ajmátova frente a Stalin, Giordano Bruno frente a la Iglesia, Anna Politkóvskaya frente a Putin, Jamal Khashoggi frente al despotismo saudita, Zola frente al antisemitismo de la Liga de Patriotas, Luther King frente al chantaje del FBI y el Ku Klux Klan, Daphne Caruana Galizia frente a la evasión fiscal en el paraíso fiscal de Malta, Karina Bolaños frente a la extorsión y la violación de la intimidad en internet, Pasolini frente a la Italia democristiana, la neofascista y la comunista, Snowden frente a la CIA…
Son algunos de los hombres y mujeres cuya peripecia recrea Saviano como modelos humanos de coraje, de faros de la dignidad que alzaron sus voces contra el silencio y el miedo, contra las manipulaciones del poder y el ejercicio de la propaganda según el método de Goebbels, porque
no es puro el corazón que siempre se esconde, se protege, se desvía del error, nunca se contamina con nada, nunca se ensucia, se mantiene siempre virgen. Es puro el corazón que vive, que lo toca todo, que se contamina, que camina con los demás por el infierno, pero se mantiene auténtico. «Un pecho desarmado puede resistir incluso a los tanques si dentro de él late un corazón digno», escribió Aleksandr Solzhenitsyn.
Puro es el corazón que siempre se la ha jugado.
Tú grita que late.
¡Grítalo fuerte!
Y ese consejo inicial que es el motor del libro se retoma en el texto que lo cierra, un poema civil contra la sumisión resignada que se cierra así:
Grita cuando veas que, en el silencio general, un tornillo cae al suelo.
Grita que la mentira mata.
Grita que, si no salvas el bosque en llamas, el incendio te alcanzará allí donde vayas.
Grita que no se puede bailar en un campo minado, que no es posible beber té sobre la lava de un volcán, que no se toma el sol en una isla de plástico.
Grita cuando veas que amordazan a un niño.
Grita cuando notes que te dejan sin respiración.
¡Grita que no vale la pena vivir en estas condiciones!
¡Grita que todo debe cambiar!
Grita se publicó a finales de 2020 en su versión original en italiano y esta edición española llega hoy a las librerías.
29 abril 2025
Alicias ilustradas en Nórdica
En una dorada tarde
el agua ociosos nos lleva,
pues son bracitos de alambre
los que reman, reman, reman,
ya que intentan, siempre en balde,
que la barca no se tuerza.
Son tres niñas en la barca,
pero insisten como cien,
aburridas de la calma,
piden un cuento a la vez;
contra una insistencia tanta,
¿qué otra cosa puedo hacer?
La primera exige terca
que no tarde en empezar.
La segunda, muy alerta,
que refleje la verdad.
La tercera estará atenta
y no me interrumpirá.
Por fin se ha hecho el silencio
e impera la fantasía,
arrastrándonos a un cuento
que es país de maravillas,
donde hablan los conejos
y bailan las pescadillas.
Y si yo, pobre de mí,
el relato interrumpía,
aplazando su final
hasta el siguiente día,
«hoy es mañana», las tres
a coro me repetían.
Así fue surgiendo el cuento,
poco a poco; y, una a una,
las partes del argumento
que forman esta aventura.
De volver llega el momento:
regresemos con premura.
Para ti es este cuento,
para ti, querida Alicia,
guárdalo junto a tus sueños
entre otras flores marchitas,
cual peregrino andariego
que atesora sus reliquias.
Con esos versos evocaba Lewis Carroll en el preámbulo de la obra la génesis de Alicia en el país de las maravillas, que surgió de un relato improvisado para combatir el aburrimiento de unas niñas, las tres hermanas Liddell con las que hicieron una tarde de julio de 1862 la pesada travesía de ida y vuelta en bote por el Támesis entre Oxford y Godstow. A la más insistente de esas niñas, Alice Liddell, le dedica la obra en esos versos.
Y de nuevo, ya en la novela, el aburrimiento de Alicia en el río mientras su hermana lee un libro sin diálogos ni ilustraciones es el motor del relato: “Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía dibujos ni diálogos. «¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?», se preguntaba Alicia.”
La respuesta se la dio Lewis Carroll con estos dos libros que son un antídoto contra el aburrimiento y que además, desde sus primeras ediciones en 1865 y 1871, están llenos de diálogos y de magníficas ilustraciones como las que Fernando Vicente ha realizado para la nueva edición de Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo, que publica Nórdica con una espléndida traducción de Humpty Dumpty.
Los juegos de lógica, las paradojas y los enigmas (“¿En que se parece un cuervo a un escritorio?”), la extrema libertad imaginativa en convivencia con lo real, el cruce de lo onírico y lo simbólico atraviesan estas dos obras habitadas por personajes como el acelerado Conejo Blanco, el Sombrerero loco que toma el té con la también loca Liebre de Marzo, el sonriente y desconcertante Gato de Cheshire o la furia ciega de la destemplada Reina de Corazones.
Y así, el lector se precipita con Alicia en una sucesión vertiginosa de túneles y espejos, de llaves y jardines, de croquet y ajedrez, de pozos y ratones, de carreras en círculos y abanicos mágicos, de setas gigantes y orugas azules, de meriendas insufribles y puertas en los árboles, de rosales pintados y tortugas falsas, del bosque del olvido, leones y unicornios.
Una fiesta constante de la imaginación sin límites, desde la caída al fondo de la madriguera del Conejo (“Abajo, abajo, abajo. ¿No acabaría nunca de caer?”) y desde la Casa del Espejo (“¡Imagínate que tú eres la Reina Roja, Kiti!”) hasta el despertar del sueño, cuando Alicia no sabía si el sueño había sido suyo o del Rey Rojo. Pero sí sabía que daba igual, porque si había soñado con el Rey Rojo, ella misma era parte del sueño de su personaje: “¡Pues claro que él fue parte de mi sueño!..., pero también es verdad que yo fui parte del suyo.”
28 abril 2025
Poesía completa de Julio Cortázar
EMPIEZA por no ser. Por ser no. El Caos es negro.
Como es negra la nada.
NACE la claridad, su gallo triza el cielo,
se esponjan los colores vanidosos.
Pero el negro se ahínca primigenio. Toda luz
en el carbón se abisma, en el basalto.
Son los dos primeros fragmentos del conjunto de los diez en que se articula “Negro el diez”, un poema que Julio Cortázar escribió a finales de 1983, poco antes de su muerte el 12 de febrero de 1984.
Construido con una libérrima combinación de versos endecasílabos -su metro clásico preferido, no sólo en los sonetos- y de prosa poética, es un texto onírico y nocturno cuya torrencial imaginería alude a la ruleta de la vida y de la muerte, al viaje de una nada a otra, desde la sombra inicial a la final. Estos son sus dos últimos fragmentos:
CABALLO negro de las pesadillas, hacha del sacrificio, tinta de la palabra escrita, pulmón del que diseña, serigrafía de la noche, negro el diez: ruleta de la muerte, que se juega viviendo.
TU SOMBRA espera tras de toda luz.
Forma parte de la monumental edición de su Poesía completa que publica Alfaguara con un prólogo en el que Andreu Jaume anuncia que “el lector tiene en las manos la compilación más completa que se ha podido hacer hasta la fecha de la poesía de un escritor que ya en 1969 se consideraba «un viejo poeta» -Cortázar firmó su primer poemario en 1971-, aunque hasta entonces hubiera llevado en secreto esa otra faceta de su imaginación que ilumina como un fuego oculto la riqueza de sus conocidas ficciones.”
Desde la edición de la poesía de Cortázar que preparó hace veinte años Saúl Yurkievich en el tomo IV de sus Obras Completas en Galaxia Gutenberg han ido apareciendo nuevos poemas inéditos que se incorporan en esta nueva edición “meramente divulgativa, que pretende reunir en un solo volumen la totalidad de la valiosa y aún poco conocida poesía de Julio Cortázar, pero prescindiendo de notas y variantes.”
Entre los abundantes materiales inéditos figura en primer lugar un libro íntegro, Fábula de la muerte, que Cortázar firmó con el seudónimo de Julio Denis, como había hecho ya en 1938 con los sonetos de Presencia. Lo escribió en 1941 y, como señala Andreu Jaume en el prólogo, “de él sólo se tenían hasta ahora vagas referencias.”
Poeta asiduo y disperso, Cortázar valoraba la poesía como el territorio más alto de la literatura y aunque se resistió a publicarla y a veces recurrió a la edición encubierta con el seudónimo Julio Denis, no dejó nunca de escribirla, como se refleja en esta edición de su Poesía completa que supera sobradamente las ochocientas páginas e incorpora también la reproducción de varios poemas manuscritos.
“Mis poemas no son como esos hijos adulterinos a los que se reconoce in articulo mortis, sino que nunca creí demasiado en la necesidad de publicarlos; excesivamente personales, herbario para los días de lluvia, se me fueron quedando en los bolsillos del tiempo sin que por eso los olvidara o los creyera menos míos que las novelas o los cuentos”, escribía Julio Cortázar en el prólogo que puso al frente de Pameos y meopas, el eje central de su obra poética, porque fue el único libro de poesía que publicó con su nombre, ya que Salvo el crepúsculo, la recopilación que apareció en 1984, es una edición póstuma.
Bajo ese título, Pameos y meopas, que es la indisimulada y doble metátesis de la palabra poemas, reunió en 1971 un conjunto de poemas escritos en París, Buenos Aires y Roma a lo largo de quince años, entre 1944 y 1958. Unos textos en los que se cruzan lo clásico –“de golpe me nacía un meopa trufado de referencias clásicas”- y la mirada o el lenguaje de la vanguardia.
Porque en este conjunto heterogéneo, como en toda la poesía de Cortázar, conviven el verso libre de “Menelao mira hacia las torres” o de los “Cantos italianos” con las redondillas cantables de “Tratado de sus ojos” y el soneto clásico de “Último espejo”.
Con esa diversidad métrica coexisten también varios temas, desde el amoroso al artístico, y distintos enfoques, desde el burlesco al visionario, en una suma de perspectivas, métodos poéticos y formas métricas y rítmicas en que cohabitan lo tradicional y lo moderno.
Cuando Saúl Yurkievich editó su obra poética completa, señaló que “escasas veces alcanza Cortázar con su poesía la pródiga, la prodigiosa potencia de su prosa” y encontraba muchos de sus poemas faltos de tensión rítmica. Es muy cierto, pero también es verdad que no faltan en estos poemas ni potencia de imágenes ni ambición visionaria en la elaboración de un mundo poético personal. Algunos de ellos son de la misma época en que proyectó su interés por la poesía en la escritura de Imagen de John Keats, un libro imprescindible que puede leerse también como una formulación de la poética del propio Cortázar.
Hay en las muchas páginas de esta Poesía completa una inevitable irregularidad, pero sobresalen en ella no pocos poemas de indiscutible calidad, como “Notre-Dame la nuit”, “Los vitrales de Bourges” o “Masaccio”, en el que suena el eco de la música lorquiana ("Por las gradas sube Ignacio con toda su muerte a cuestas") en “Por las calles va Masaccio con un trébol en la boca”) antes de este remate:
Se fue, y ya amanecía
Piero della Francesca.
Algunos de estos poemas alcanzan una altura que, como señalaba Cortázar en el prólogo, le permitía “volver la mirada hacia una región de sombras queridas, pasearme con Aquiles en el Hades, murmurando esos nombres que ya tantos jóvenes olvidan porque tienen que olvidarlos, Hölderlin, Keats, Leopardi, Mallarmé, Darío, Salinas, sombras entre tantas sombras en la vida de un argentino que todo quiso leer, todo quiso abrazar.”
Un ejemplo, este “Menelao mira hacia las torres”:
Las manos que quiero torpes de una nodriza troyana
lavan sus muslos, y el dorado correr de su garganta esta noche,
a la hora en que una esclava de ojos viles
alza un espejo sediento hasta su rostro.
Cunden las flautas del festín de los hombres, el recuento
de los fastos. El aire es un yelmo en estas sienes, pero bajo las /tiendas
ronca el olvido. Sólo yo soy un puente.
Ahora humillan las antorchas, y una apagada lumbre dejan para su noche.
Helena alisa
la piel de león que incendia el tálamo
y crece como un humo de ámbar.
La caracola de su cuerpo bebe el eco
de los pasos de Paris en la torre. Afuera sigue
el tiempo en las murallas.
Y yo, esta negra ráfaga
que me arrasa los ojos, este fantasma inútil
sólo capaz de ir hasta ellos a mezclarse
llorando en su maraña de caricias.
Además de los inéditos que no se habían recogido en 2005, una sección reúne los “Poemas dispersos”, entre ellos los que intercaló en su obra narrativa: en Historia de cronopios y de famas, en La vuelta al día en ochenta mundos, en 62. Modelo para armar o en Último round.
27 abril 2025
26 abril 2025
Dos reflexiones de Marcel Proust
En el solitario, el enclaustramiento, incluso el más absoluto y hasta el fin de su vida, suele tener por principio un amor desordenado hacia las multitudes, que hasta tal punto domina sobre cualquier otro sentimiento que, al no poder obtener cuando sale la admiración de la portera, de los transeúntes, del cochero apostado, prefiere no ser visto jamás por ellos, y para ello renunciar a cualquier actividad que le obligaría a salir.
***
Nos apenamos poco de habernos convertido en otro, al paso de los años y en el orden de sucesión de los tiempos, como poco nos afligimos de ser sucesivamente, en una misma época, los seres contradictorios, el malo, el sensible, el delicado, el patán, el desinteresado, el ambicioso, que somos a lo largo del día. Y la razón de que no nos aflijamos es la misma, es que el ser eclipsado -momentáneamente en el último caso, cuando se trata del carácter; para siempre en el primer caso y cuando se trata de pasiones- no está ahí para deplorar al otro, ese otro que en aquel momento, o ya para siempre, es todo nosotros.
Marcel Proust.
Máximas y pensamientos.
Compilación de Carles Besa.
Traducción y prólogo de Lluís Mª Todó.
Edhasa. Barcelona, 2021.
25 abril 2025
Antología de cuentos de José María Merino
Hay bajo el suelo que pisamos mundos esplendorosos, abiertos como este a un espacio infinito, y que para llegar a ellos solo es necesario encontrar la argolla de una oculta trampilla, y la idea de que sueño y vigilia son el haz y el envés de una misma realidad.
Con esa cita, que contiene algunas de las claves de la narrativa breve de José María Merino, abre Ángeles Encinar su iluminadora introducción a De mundos inciertos, la antología de cuentos de Merino que publica Cátedra Letras Hispánicas.
Esa búsqueda de la cara oculta y latente de la realidad recorre gran parte de los relatos de José María Merino a lo largo de las más de cuatro décadas de escritura que recoge esta espléndida selección, realizada a partir de los diez libros de cuentos que el autor publicó entre los Cuentos del reino secreto (1982) y Noticias del Antropoceno (2021).
En total, este De mundos inciertos contiene cuarenta narraciones (veintiséis cuentos y catorce minicuentos), organizadas en seis secciones temáticas: La otra orilla, Sin límites, El profesor Souto, Desde el futuro, Diálogo entre arte y ficción y Minicuentos.
En la introducción de esta antología, Ángeles Encinar contextualiza estos relatos en el conjunto de una dilatada trayectoria narrativa que ha convertido ya a José María Merino en un clásico del relato breve y en uno de los referentes imprescindibles del género en lengua española, como se confirma en el minucioso análisis de sus libros de cuentos que se acomete en el amplio estudio introductorio en que Ángeles Encinar define al autor como “maestro del cuento” y añade que “Críticos y lectores reconocen el magisterio de José María Merino en la narrativa breve.Está considerado uno de los mejores cuentistas españoles desde el último cuarto del siglo XX. Domina no solo la práctica sino también la teoría sobre el género y su evolución a lo largo de la historia literaria.”
Cuando reunió sus microficciones en La glorieta de los fugitivos (Páginas de Espuma, 2007), escribió Merino en uno de los textos reflexivos del libro: “La ficción fue la primera sabiduría de la humanidad, el jardín literario en donde está la verdadera historia de la humanidad.”
José María Merino viene reivindicando a través de toda su obra narrativa la tradición de la literatura fantástica, que tiene uno de sus referentes en Hoffmann y en sus narraciones inquietantes, pero que también entronca con una tradición española que está ya en Don Juan Manuel y en los libros de caballerías. Una tradición que fue arrasada por la labor inquisitorial de la iglesia tridentina y por una crítica posterior no menos inquisitorial, encabezada por Menéndez y Pelayo, con perniciosas y duraderas secuelas.
Con su narrativa corta, José María Merino se suma a esa tradición interrumpida del relato fantástico o del cuento raro en español y su intensa reivindicación de lo fantástico se conecta con otra larga tradición de relatos en la literatura hispanoamericana, de Borges a Cortázar, de Carpentier a García Márquez.
En la nota inicial de sus Cuentos de los días raros Merino escribía en 2004 que “la literatura debe hacer la crónica de la extrañeza.” Y esa declaración de principios vale no sólo para aquella colección de relatos. Vale también para los anteriores Cuentos del reino secreto, El viajero perdido o Cuentos del Barrio del Refugio, y para los posteriores Cuentos del libro de la noche, Las puertas de lo posible o La trama oculta.
Cuentos nocturnos y visionarios en los que la fragilidad de límites entre el sueño y la vigilia, la metamorfosis y la identidad, lo fantástico y el misterio del tiempo, los espejos y las simetrías, la muerte o el terror apenas sugerido en el acecho invisible de lo cotidiano, que son algunos temas fundamentales de su universo narrativo, aquí se abordan con el rigor y la depuración que exige el género.
El fulgor breve pero intenso de estas narraciones, la elipsis de los datos o la inquietante e invisible fauna doméstica que las habita, producen en los lectores un vértigo pendular que les lleva de la ficción a la realidad, de la orilla de la vida a la de la muerte y de un tiempo a otro, con la conciencia de vivir un sueño o una pesadilla como parientes próximos de Kafka, uno de los padres del relato contemporáneo.
El excepcional contador de historias que es José María Merino se mueve en estos relatos en su territorio narrativo predilecto, allí donde se diluyen las fronteras entre la vigilia y el sueño y la fantasía invade con naturalidad los espacios cotidianos. Unos relatos en los que la realidad enseña sus abismos vertiginosos o sus iluminaciones.
Cuentos sobre la rareza a través de los sueños, los libros, los recuerdos o lo cotidiano. Relatos en los que se conjuran los rasgos, los temas y los registros más peculiares de su mundo narrativo y en especial la incursión de lo fantástico en lo cotidiano. Son, pues, una muestra espléndida de lo que el propio narrador ha definido como realismo quebradizo, una detección de las grietas por las que lo raro asalta la realidad.
Porque, como señala Ángeles Encinar, “junto a la realidad reconocida y visible, el escritor percibe otra realidad, a la que nos referíamos al comenzar esta introducción, y la concibe como «una especie de ciudad paralela que permanece junto a la visible y palpable». En todos sus libros de cuentos aparece la temática constante en su narrativa: la búsqueda de identidad, el doble, la metamorfosis y la metaficción; y desde cualquiera de estas esferas se insiste en la dificultad de encontrar delimitación de fronteras entre vigilia y sueño, realidad y ficción, vida y literatura, natural y sobrenatural.”
Y, como dice un personaje de uno de estos cuentos, “¿cómo no iba a ser verdad todo aquello, tan verosímil, tan bien contado?”
24 abril 2025
23 abril 2025
Vida de Rosa Chacel
“Siendo una de las escritoras más valiosas y, sin duda, junto con María Zambrano, la de mayor ambición intelectual del siglo XX («Yo soy intelectual por los cuatro costados», le dice a Ana María Moix), apenas se la lee porque no se la entiende. Faltan muchas de las claves de una vida cruzada por el dolor del ocultamiento y la necesidad de hacer frente a una situación personal indeseable pero inconmovible que marcaría la naturaleza digresiva de su obra. ¿Cómo no interesarse por la vida de una mujer que deseaba, en lo más hondo de sí misma, que la descubrieran?”, escribe Anna Caballé en la introducción (‘Prohibido el paso, o no’) de Íntima Atlántida, la magnífica biografía de Rosa Chacel que publica Taurus.
La vida y la literatura de Rosa Chacel (1898-1994) giran en torno a dos ideas sostenidas a lo largo de sus muchos años de escritura: el sentimiento de fracaso -fue siempre una autora sin apenas lectores- y la ocultación de un secreto inconfesable para los demás y para ella misma, como reconocía en el último tomo de sus diarios: “Malos como diarios, gustan mucho a todos como literatura, pero como datos sobre los hechos no son nada, todo está escamoteado.”
“No se dice lo secreto, se cuenta”, anotaba Carmen Martín Gaite en sus Cuadernos de todo. Pero en el caso de Rosa Chacel el secreto ni se dice ni se cuenta. Se oculta cuidadosamente. Y a intentar desvelar ese oscuro secreto, relacionado con su matrimonio con el pintor Timoteo Pérez Rubio y escamoteado por Rosa Chacel incluso durante el medio siglo largo en que escribía sus diarios, se orienta esta ambiciosa biografía.
Una biografía en la que Anna Caballé ha reconstruido las claves vitales y literarias de la autora de Barrio de Maravillas con un esfuerzo interpretativo que se apoya sólidamente en la lectura de su obra y en la consulta minuciosa de su correspondencia y sus diarios, que editó con el significativo título Alcancía.
Porque -explica Anna Caballé- “el secreto es la cara y la cruz de su literatura. Y de ahí viene el título de esta biografía: la imagen que siempre he tenido presente ha sido la de ver la vida de Chacel como la de un continente sumergido en una torturante pasión cuyo conflicto nunca aflora más que como queja o como alusiones que invitan a desear descubrirlo y sacarlo a la luz. Una íntima Atlántida por descubrir siendo su existencia innegable porque ella misma la menciona constantemente.”
Y ya hacia el final del ensayo, insiste en que “la obsesión de Chacel por ese continente sumergido, esa íntima Atlántida, que es la vivencia del secreto -todos sus personajes alimentan secretos que nunca nos son desvelados-, la palabra tal vez más repetida en su obra, nos fuerza a pensar en las claves que la sostienen.”
En veinticuatro capítulos agrupados en tres partes cronológicas se articula esta Íntima Atlántida: 1898-1936, desde su infancia solitaria en Valladolid hasta la guerra civil; 1940-1971, desde la salida al exilio y su instalación en Río de Janeiro y en Buenos Aires hasta un decisivo viaje de dos meses a España; 1972-1994, un periodo marcado por su regreso, por la crisis creativa que le provocó la muerte de su marido y por un reconocimiento público tardío con premios como el de las Letras Españolas, en el que pesaron tanto o más las razones políticas que las estrictamente literarias.
Paralelamente a las circunstancias externas que marcan la biografía de Rosa Chacel, estas páginas proponen un recorrido en profundidad por su creación literaria, desde el abandono de su dedicación inicial a la escultura a la construcción sistemática de una obra difícil y radicalmente introspectiva pero coherente, que se inicia con la búsqueda de la prosa pura y el hermetismo en la orteguiana Estación. Ida y vuelta (1930), que alcanza su mayor desarrollo treinta años después en La sinrazón (1960), escrita a lo largo de diez años y terminada en América.
Y tras la transición de Desde el amanecer, su autobiografía infantil hasta los diez años publicada en 1972 y con una evidente relación con su novela Memorias de Leticia Valle (1945), un oscuro fondo autobiográfico oculto sigue latiendo en las novelas que abordan su memoria generacional con la trilogía formada por Barrio de Maravillas, Acrópolis y Ciencias Naturales.
Las tres partes en que se organiza Íntima Atlántida abordan la formación y el desarrollo de una personalidad trágica y ensimismada, propensa a escribirse y releerse, a pensarse y repensarse, a mantener una relación conflictiva consigo misma y a ocultarse no sólo a los demás, sino a sí misma, con una “voluntad explícita de oscuridad” que Anna Caballé resalta como rasgo más característico de toda su escritura: “La literatura de Chacel niega la claridad, niega la significación, querrá permanecer oscura y solo valorada por quienes reconoce sus pares intelectuales. De modo que la interpretación de su obra literaria nos dice que no quiere ser interpretada, solo valorada como desafío intelectual, aunque en sus diarios derrame, sin embargo, los contornos de su propio drama vital. Si no se ve en esta peculiar característica el núcleo de su escritura -unas novelas que se niegan a sí mismas como novelas y se presentan solo como dificultad- el acceso a la escritora bordea, en mi opinión, lo incomprensible.”
Por eso, frente a las elipsis voluntarias y las ocultaciones sistemáticas, el objetivo de Íntima Atlántida es arrojar una luz poderosa sobre una biografía interior habitada por las humillaciones, la actitud autodestructiva de una personalidad inadaptada y solipsista que se jactaba de haber releído cuarenta veces su novela La sinrazón, asqueada -“asco” es una de las palabras que más se repiten en sus diarios- de todo (marido, lugares, escritores, literatura), desdeñosa con novelistas muy superiores a ella (García Márquez, Torrente Ballester…), acosada por la soledad y la melancolía y anclada en un egocentrismo soberbio y desmedido que a menudo la hacía insoportable en el trato y en muchos fragmentos de Alcancía: “Es tan atroz lo que pienso de todos y de mí misma que tal vez por eso me odian; me odian todos, sin excepción. Me odian cada día más.”
Y al abordar las claves de su escritura esta biografía traza una imagen demoledora de la personalidad de Rosa Chacel. Una imagen que se resume en la frase con la que Anna Caballé define su carácter como “envidioso, suspicaz, oscuro, resentido y victimista.”
Certera en sus conclusiones, rigurosa en su método y nada complaciente en su mirada a la biografiada, Íntima Atlántida, que aporta también un espléndido cuadernillo central de ilustraciones, es el brillante resultado de muchos años de trabajo de investigación e interpretación en torno a la vida, la obra y la personalidad de Rosa Chacel por parte de Anna Caballé, que reconoce que “escribir este libro ha requerido andar a oscuras muchas veces, tanteando el significado de tantos puntos suspensivos como hay en la obra de la escritora. Otras veces ha sido lo contrario y he visto con asombro a Chacel moldeando trabajosamente su mundo, como moldeaba la fría arcilla con sus manos en su juventud. La he visto también esperando que llegara un tiempo hecho a su medida. En todo caso, y para terminar, soy la única responsable de la interpretación de su vida.”
22 abril 2025
Dos tardes con Joseph Roth
“Roth murió joven, a los cuarenta y cinco años, y escribió rápido, mucho y bien. Hay varios itinerarios de lectura posibles. Se le puede empezar a disfrutar por muchas partes y en muchos órdenes, pero no es mi intención agotar aquí todas las posibilidades, sino centrarme en una selección de sus títulos que trace una idea coherente de quién fue. Es esta una lectura personal de un escritor que me apasiona, mediante una selección de textos subjetiva que no pretende sentar cátedra ni cuestionar las lecturas canónicas que la academia ha establecido de una figura que no siempre se ha considerado tan central e indiscutible como la consideramos hoy. Propongo un paseo por mi Joseph Roth, por aquellos aspectos que más me conmueven o creo entender mejor, que son los que me han permitido conocerme a mí mismo como escritor”, escribe Sergio del Molino en la ‘Nota sobre la selección literaria’ que abre sus Dos tardes con Joseph Roth, un volumen que forma parte de la espléndida colección Dos tardes que bajo su dirección como editor invitado edita Alianza Editorial, que ha publicado ya otros dos títulos: Dos tardes con Kafka, de Manuel Vilas, y Dos tardes con Jane Austen, de Espido Freire.
“Este ensayo -añade en esa misma ‘Nota’- se centra fundamentalmente en seis obras que considero representativas y una buena introducción al universo rothiano. Cinco de ellas se publicaron en vida y una es póstuma. Se trata de La marcha Radetzky, Job, Tarabas, El peso falso, Judíos errantes y La leyenda del Santo Bebedor. Me apoyo en sus textos, los interpreto a mi manera, con mis ojos devotos de lector, pero también de colega aprendiz, y rastreo en sus prosas correspondencias y claves de la propia vida de Roth. Su obra es más amplia. Aunque he dicho que es abarcable, en cierta forma es también inagotable, riquísima en lecturas y códigos secretos. Aquí sólo invito al lector a unas catas. La decisión de sumergirse del todo (con sus riesgos) es completamente suya.”
La crisis y la ruina de la Europa de entreguerras tiene en Joseph Roth (Galitzia Oriental, 1894-París, 1939) uno de sus símbolos. Quizá también una de sus consecuencias, porque su decadencia personal, su autodestrucción con el alcohol y el desarraigo del exilio, el abandono en los cafés y los hoteles parisinos son una metáfora de un mundo que moría con Joseph Roth, con su misma indigencia.
Autor de novelas memorables, como La leyenda del Santo Bebebor o La marcha Radetzky, Roth fue, mientras se lo permitieron las circunstancias y los límites de su propia degradación, un testigo lúcido de aquella Europa que se descompuso con el imperio austrohúngaro.
“Sólo empezando por La marcha Radetzky -afirma Sergio del Molino- se puede entender qué es y qué no es la literatura de Joseph Roth.” Porque esa novela, añade, es “un responso, una manera de velar el cadáver de un país que casi nadie echaba de menos en 1932, el año en que se publicó la novela.”
Cuando le preguntaban por el libro favorito de entre los suyos, Roth señalaba su Job: historia de un hombre sencillo, que seguramente es su cima literaria y la más lograda expresión de su talento narrativo y de su visión del mundo a través de la reinterpretación contemporánea de un tema clásico de raíz bíblica. Una obra crucial que en palabras de Sergio del Molino “no es una novela de argumento, sino de lenguaje” y que tiene su base ideológica y la exposición más cumplida del ideario que la sustenta en las crónicas viajeras de Judíos errantes, “un viaje al corazón de las propias tinieblas, una vuelta al origen, una exploración intimísima de la identidad” y un retrato de las comunidades judías del este de Europa.
De aquella Europa perdida para siempre, de aquellos ideales decaídos y arrasados primero por las consecuencias de la derrota en la Gran Guerra y luego por el nazismo, dejó testimonio Roth en sus obras narrativas, y sobre todo en sus centenares de artículos periodísticos en los que denunció la ideología hitleriana y sus crímenes.
“Si hubiera vivido un poco más, apenas tres años -escribe Sergio del Molino-, Joseph Roth habría asentido ante la escena de Casablanca en la que el mayor Strasser le pregunta a Rick por su nacionalidad. «Soy un borracho», responde este. Roth habría contestado lo mismo si alguien le hubiera preguntado. Todos sus lectores lo sabemos porque lo dejó clarísimo en sus libros, en sus dibujos y en lo que los biógrafos han descubierto de su vida.”
‘Nacionalismo borracho’, ‘El judío huérfano’, ‘El libro bandera’, ‘El holocausto inevitable’, ‘Todos miraban cómo bebía el judío’ y ‘La recurrente imagen del espejo’ son los elocuentes títulos de los seis capítulos en los que Sergio del Molino organiza este sugerente ensayo de introducción al mundo de Roth, alcohólico lúcido y profeta del holocausto, judío ucraniano y apátrida errante, nómada por vocación y por destino, notario elegíaco de un tiempo que desapareció con la caída del Imperio Austrohúngaro, monárquico nostálgico y reaccionario, exiliado de un mundo perdido, en lucha constante consigo mismo y novelista y cronista imprescindible por sus aportaciones decisivas a la memoria de la identidad europea.
Esos son algunos de los rasgos que se destacan del escritor en este “viaje al corazón literario de Joseph Roth” de la mano y la mirada de Sergio del Molino, que se pregunta en este magnífico ensayo de incitación a su lectura:
“¿Qué era Joseph Roth, si no era judío, ni católico, ni austriaco, ni alemán, ni polaco, ni soviético? Tampoco era un escritor germánico, pues se adelantó a la prohibición y quema de libros de los autores judíos en el Tercer Reich. Antes de que lo echasen, se marchó él y prohibió la edición de sus obras en territorio alemán. Era una chulería de borracho, el arrebato de dignidad del pendenciero ante la mirada amenazante del tabernero.”
21 abril 2025
20 abril 2025
19 abril 2025
18 abril 2025
Un poeta gordo es una anomalía
Lady Blessington era una cazadora de celebridades: «¡Y estoy en la misma ciudad que Byron!», exclamó al llegar a Génova. Nunca antes había sentido tanto deseo de ver en persona a alguien a quien antes sólo conocía por sus obras.
Su gran preocupación era que Byron fuera gordo, como lo había descrito Moore y como lo era de hecho cuando Leigh Hunt lo conoció: “un poeta gordo es una anomalía en mi opinión.” Byron ya no estaba gordo. Pero cuando los Blessington lo conocieron en la Casa Saluzzo, se sintieron decepcionados por su frivolidad y por “la falta de dominio de sí mismo y dignidad” que deberían caracterizar a un hombre de su alta cuna y reputación.
Fiona MacCarthy.
Byron.
Life and Legend.
John Murray Press. Londres, 2014.



















































