16 enero 2006

Un pasodoble para Rafael Azcona

El que se puede oír mientras se visita la Biblioteca de autor de Rafael Azcona en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Un poco charanguero, tan desmañado como esa verónica de manos altas y pie aparentemente quieto de Azcona a puerta cerrada.
Un pasodoble nada solemne (sí, hay pasodobles solemnes, aunque los no iniciados lo ignoren), muy de Calabuig o de Los jueves, milagro. Azcona siempre dice que de ese pasodoble es de lo que está más orgulloso.
Se titula Rafael Azcona y se lo compuso Carmelo Bernaola. Me suena de haberlo oído en una película de Berlanga. Quizá en Los jueves... o en La vaquilla.
No es un pasodoble torero ni un pasacalles valenciano. Es un desafinado conjunto de vientos y metales de pueblo castellano en fiestas de la virgen de agosto, de recio mozo con boina, chaqueta y camisa blanca, sin corbata y con el cuello abrochado hasta la nuez.
No es normal esto de los pasodobles a escritores. Ahora solo recuerdo otro de Carlos Cano a Gerald Brenan. Habrá otros, pero pocos.
En todo caso, como música de fondo a la página de Azcona es un acierto. Da el tono de su obra, de sus guiones, evoca a aquella España de Okal y permanganato sin la que no se puede comprender esa literatura y aquel cine.
Aquella España que en las procesiones oía marchas y pasodobles como este, con la guardia civil aleccionada por el cura ("con marcialidad") y por el sargento ("y con devoción"). La escena la escribió Azcona para Calabuig, un poco antes que El pisito, y es la mejor manera de entender de golpe lo que fue el nacionalcatolicismo.