Un hombre bueno es difícil de encontrar
Un hombre bueno es difícil de encontrar es seguramente el más representativo de los Cuentos completos de Flannery O’Connor que reúne Lumen por primera vez en español. Arranca de una situación esperpéntica que parece anticipar las películas de Tarantino: una familia viaja a Florida, tiene un accidente y quien acude en su ayuda es un criminal que ha huido de la prisión, el Desequilibrado.
“Jesús es el único (dice el personaje, con acento sureño de Georgia) qu’ha resucitao a los muertos y no tenía qu´haberlo hecho. Rompió el equilibrio de to.”
Esa es la razón de la ensalada de tiros que viene después. Y después de acabar con la abuela, remata con estas palabras el angelito:
“Habría sido una buena mujer si hubiera tenío a alguien cerca que le disparara cada minuto de su vida.”
Como “una de las más extrañas, perturbadoras e inclasificables de la literatura universal” define la obra de Flannery O’Connor Gustavo Martín Garzo en el prólogo que ha escrito para esta edición definitiva de sus relatos cortos.
Literatura del exceso y del desgarro, porque en ese mundo sureño todo es excesivo y está enraizado en un desatado y extravagante fondo bíblico sobre el que crecen con la misma naturalidad el fanatismo y la maldad y los personajes grotescos y terribles que habitan ese mundo narrativo de Flannery O’Connor, católica en aquella región de fundamentalismo protestante. Del esfuerzo por comprender un mundo ininteligible y unos comportamientos imprevisibles se nutre esta serie de relatos, como los de Faulkner y Tennesse Williams y antes los de Hawthorne.
Son cuentos desconcertantes como el mundo del que surgieron, una galería de posesos y tarados, el muestrario morboso de una mentalidad enfermiza.
Flannery O’Connor obtuvo en vida el reconocimiento de la crítica, los premios y las becas y la facilidad de las editoriales para publicar sus cuentos y sus novelas. Dio conferencias cuando la salud se lo permitía, y en ellas reflexionó sobre el oficio del escritor y su función social, sobre el cuento y su técnica, sobre el lector.
“Jesús es el único (dice el personaje, con acento sureño de Georgia) qu’ha resucitao a los muertos y no tenía qu´haberlo hecho. Rompió el equilibrio de to.”
Esa es la razón de la ensalada de tiros que viene después. Y después de acabar con la abuela, remata con estas palabras el angelito:
“Habría sido una buena mujer si hubiera tenío a alguien cerca que le disparara cada minuto de su vida.”
Como “una de las más extrañas, perturbadoras e inclasificables de la literatura universal” define la obra de Flannery O’Connor Gustavo Martín Garzo en el prólogo que ha escrito para esta edición definitiva de sus relatos cortos.
Literatura del exceso y del desgarro, porque en ese mundo sureño todo es excesivo y está enraizado en un desatado y extravagante fondo bíblico sobre el que crecen con la misma naturalidad el fanatismo y la maldad y los personajes grotescos y terribles que habitan ese mundo narrativo de Flannery O’Connor, católica en aquella región de fundamentalismo protestante. Del esfuerzo por comprender un mundo ininteligible y unos comportamientos imprevisibles se nutre esta serie de relatos, como los de Faulkner y Tennesse Williams y antes los de Hawthorne.
Son cuentos desconcertantes como el mundo del que surgieron, una galería de posesos y tarados, el muestrario morboso de una mentalidad enfermiza.
Flannery O’Connor obtuvo en vida el reconocimiento de la crítica, los premios y las becas y la facilidad de las editoriales para publicar sus cuentos y sus novelas. Dio conferencias cuando la salud se lo permitía, y en ellas reflexionó sobre el oficio del escritor y su función social, sobre el cuento y su técnica, sobre el lector.
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