Ciudad de las aves
Cáceres es también ciudad de las aves, un lugar privilegiado del aire en el que se unen tres Zonas de Especial Protección para las Aves. Cigüeñas, vencejos o cernícalos sobrevuelan las murallas y los palacios de la zona monumental, habitan en las oquedades de sus torres o construyen sus nidos en los tejados y los campanarios de las iglesias.
Su vuelo, demorado o eléctrico, propicio al acecho o al merodeo, lo corea un constante fondo de cantos y sonidos que son la banda sonora que acompaña al paseante por el recinto intramuros de la ciudad. Es el mismo sonido que escucharon quienes anduvieron por estas callejas en sombra y estas plazas luminosas mucho antes de que se descubriera América o se inventara la imprenta.
Esa riqueza ornitológica no se circunscribe al recinto amurallado y a los monumentos históricos. Los parques y jardines de Cáceres, y sobre todo el Parque del Príncipe, son el hábitat de abundantes especies de aves.
Allí se puede seguir el espectacular vuelo bajo y azul del rabilargo, las excursiones frutales del picogordo, el martilleo del pico picapinos, la discreción tranquila del papamoscas gris, la variedad tonal del canto del petirrojo y la actividad incansable de la agilísima curruca capirotada.
Hasta que el paseante eleva su mirada por encima de las hojas más altas de los chopos y el chorro refrescante de las fuentes y observa contra el azul del cielo el vuelo tranquilo de las cigüeñas, de regreso de sus excursiones diarias a los alcornocales y los riachuelos de los alrededores.
(Santos Domínguez. Nueve variaciones sobre fondo azul. En Patrimonio natural. Ciudades Patrimonio de la Humanidad. Ed. Alvarellos, Santiago de Compostela, 2010)
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