Pasión necrófila
Nos lo enseñó Cernuda: los muertos lo admiten todo y los necrófilos, que lo saben, cuando huelen carne cadáver, sienten una incontrolable pasión que les afila su lápiz oportunista, habitualmente blando, y les impulsa a llenar su pobre espiritrompa con la baba hipócrita que destilan sobre el nombre del difunto.
Son los nietos espirituales de las viejas plañideras profesionales, los últimos ejemplares de una repugnante raza en extinción.
Pero no se confunda el lector: el muerto es lo de menos. Nada importa mas que su propio ego aburrido
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