Nacerá en una bodega entre viajeros clandestinos.
Lo calentará el vapor de la sala de máquinas.
Lo acunará el balanceo del mar a través.
Su madre está embarcada en busca de la salvación o la fortuna,
su padre fue el ángel de una hora,
muchas paternidades consisten en eso.
En tierra firme lo habrían dejado
en un contenedor de basura.
Cortarán con los dientes el cordón umbilical.
Lo arrojarán al mar, a la misericordia.
Sólo podemos darle los meses de vientre, dicen las madres,
podemos esperarlo, pero no abrazarlo.
Nacer es solo un aliento de aire podrido. No existe mundo para él.
Nada de su vida es una parábola.
Ningún martillo de carpintero golpeará las horas de su infancia,
ni los clavos en la carne.
Yo no me llamo María, pero a estos hijos míos
que nunca han llevado un vestido o un nombre
los marineros los llaman Jesús.
Porque nacen en un viaje, sin llegada.
Nace en las bodegas de los clandestinos,
cuando queda menos de una hora de diciembre.
Es más largo el recorrido de los Magos y de los contrabandistas.
Nace en medio de una matanza de niños.
Nace por tradición, por necesidad,
con una paciencia de aniversario.
Pero ya no sobrevive, no quiere.
Para qué vivir lo ya vivido y decir lo que ya ha dicho.
No puede quitarse o añadirse una espina a las zarzas de las sienes.
Está con aquellos que viven el tiempo de nacer.
Va con aquellos que duran una hora.
Erri De Luca.
Sólo ida. Poesía completa.
Traducción y prólogo de Fernando Valverde.
Seix Barral. Barcelona, 2016.