“Mi relación con Juan Rulfo es una de las más sagradas que existen sobre la tierra: una lectora y un texto. Nada más; nada menos”, escribe Cristina Rivera Garza en Había mucha neblina o humo o no sé qué, un homenaje a Juan Rulfo de la mano de Literatura Random House en el centenario de su nacimiento.
Una apropiación lectora que empezó hace años con la lectura de los libros de Rulfo, continuó en su blog Mi Rulfo mío de mí con la transcripción de Pedro Páramo a la manera en que Pierre Menard reescribe el Quijote y culmina en este texto híbrido de ensayo y relato, biografía y autobiografía, relato de viajes y lectura crítica.
Con un título tomado de una intervención de Miguel Páramo, el más querido de los hijos naturales de Pedro Páramo-“Ella me sigue queriendo —me dijo—. Lo que sucede es que yo no pude dar con ella. Se me perdió el pueblo. Había mucha neblina o humo o no sé qué; pero sí sé que Contla no existe. Fui más allá, según mis cálculos, y no encontré nada.”- Había mucha neblina o humo o no sé qué es un libro de frontera, un poderoso texto extraterritorial que se abre con fragmentos como este:
“¿Qué queda cuando el techo se abre? El cielo, claro está. Unas cuantas nubes desmenuzadas por el viento. La estrella de la tarde. La luna. ¿Y cuando el cielo se abre?
¿Y cuando la noche?
Queda la neblina, quizá. O el humo. O no sé qué.
He seguido la vida y la obra de Juan Rulfo ya por mucho tiempo. Inicié de muy chica, leyendo uno de los libros que acabaría por marcarme de múltiples maneras —Pedro Páramo—, y he continuado hasta hace muy poco, espulgando archivos, viajando por las carreteras de sus propios itinerarios, escalando sus montañas, leyendo tesis, hablando con la gente que ahora vive en los lugares que lo obsesionaron, cotejando reportes de trabajo, dictámenes varios. Me interesaba, quiero decir, lo que a todo mundo le interesa de Rulfo, que es su escritura, pero todavía algo más: la materia de sus días como escritor. No toda su vida cotidiana —sobre la que ya hay varios y muy buenos libros— sino las condiciones materiales que hicieron posible que un hombre nacido en 1917 en la provincia mexicana pudiera ganarse la vida escribiendo o para escribir. Tengo la impresión de que este libro es mi esfuerzo por contestar aquella intrigante provocación que lanzara Ricardo Piglia en uno de sus ensayos de El último lector, ése en el que aseguraba que la verdadera historia de la literatura se escondía en los reportes de trabajo de sus escritores. En efecto, entre vivir la vida y contar la vida hay que ganarse la vida.”
Publicado en octubre del año pasado en México, la edición española llega hoy a las librerías.
Una apropiación lectora que empezó hace años con la lectura de los libros de Rulfo, continuó en su blog Mi Rulfo mío de mí con la transcripción de Pedro Páramo a la manera en que Pierre Menard reescribe el Quijote y culmina en este texto híbrido de ensayo y relato, biografía y autobiografía, relato de viajes y lectura crítica.
Con un título tomado de una intervención de Miguel Páramo, el más querido de los hijos naturales de Pedro Páramo-“Ella me sigue queriendo —me dijo—. Lo que sucede es que yo no pude dar con ella. Se me perdió el pueblo. Había mucha neblina o humo o no sé qué; pero sí sé que Contla no existe. Fui más allá, según mis cálculos, y no encontré nada.”- Había mucha neblina o humo o no sé qué es un libro de frontera, un poderoso texto extraterritorial que se abre con fragmentos como este:
“¿Qué queda cuando el techo se abre? El cielo, claro está. Unas cuantas nubes desmenuzadas por el viento. La estrella de la tarde. La luna. ¿Y cuando el cielo se abre?
¿Y cuando la noche?
Queda la neblina, quizá. O el humo. O no sé qué.
He seguido la vida y la obra de Juan Rulfo ya por mucho tiempo. Inicié de muy chica, leyendo uno de los libros que acabaría por marcarme de múltiples maneras —Pedro Páramo—, y he continuado hasta hace muy poco, espulgando archivos, viajando por las carreteras de sus propios itinerarios, escalando sus montañas, leyendo tesis, hablando con la gente que ahora vive en los lugares que lo obsesionaron, cotejando reportes de trabajo, dictámenes varios. Me interesaba, quiero decir, lo que a todo mundo le interesa de Rulfo, que es su escritura, pero todavía algo más: la materia de sus días como escritor. No toda su vida cotidiana —sobre la que ya hay varios y muy buenos libros— sino las condiciones materiales que hicieron posible que un hombre nacido en 1917 en la provincia mexicana pudiera ganarse la vida escribiendo o para escribir. Tengo la impresión de que este libro es mi esfuerzo por contestar aquella intrigante provocación que lanzara Ricardo Piglia en uno de sus ensayos de El último lector, ése en el que aseguraba que la verdadera historia de la literatura se escondía en los reportes de trabajo de sus escritores. En efecto, entre vivir la vida y contar la vida hay que ganarse la vida.”
Publicado en octubre del año pasado en México, la edición española llega hoy a las librerías.