Páginas

06 marzo 2017

Schopenhauer presentado desde el trato personal


Así que en los últimos diez años de su solitaria vida tuvo la satisfacción de llegar a ver cómo despuntaba frente a él, claro y verdadero, el día de su fama; había estado esperando este amanecer más de cuarenta años con la indomeñable confianza del genio, aplazándolo incluso al tiempo de después de su muerte. Pero esa fama tardía fue también lo único que le era lícito esperar siendo un escritor alemán. Nunca trabajó por dinero y honores, y cuando le ofrecieron nombrarlo miembro de la Academia de Berlín, rechazó el nombramiento con orgullo: lo habían despreciado durante toda su vida y ahora pretendían adornarse con su nombre cuando muriera. Si había vivido sin ellos también podía morir sin ellos. Que siguieran entonando cánticos anualmente en loor del descubridor de las mónadas y la armonía preestablecida. Incluso sin el diploma de la Academia, Schopenhauer tuvo el honor de seguir siendo el que era.

Así termina uno de los capítulos de Arthur Schopenhauer presentado desde el trato personal, la biografía del filósofo que su amigo y albacea Wilhelm Gwinner publicó en 1862, dos años después de la muerte del autor de El mundo como voluntad y como representación, un libro que dejó una enorme huella en la concepción existencial de Baroja o Azorín.
Luis Fernando Moreno Claros la  ha traducido por primera vez al castellano para esta edición anotada que con el sello de Hermida Editores llega hoy a las librerías.