Poemas venezianos de José María Álvarez
Ciudad
amada.
Como
si cuanto ha de adorarse
se
ofreciera en su forma más bella,
y
al adorar lo incomprensible, humillo
mi
voluntad. Y sólo
mis
sentidos
arden
ante
esa Belleza
como
el vaho de Dios en un espejo.
Así
termina uno de los poemas más significativos de El vaho de Dios, la antología de poemas
venecianos de José María Álvarez que publica Renacimiento con selección,
prólogo y notas de Alfredo Rodríguez, que destaca en su prólogo que “ los buenos poetas siempre son necesarios para perpetuar la gloria de un lugar, aunque sea un lugar como Venecia.”
La
abre una nota del autor, que evoca su relación con Venecia en un atardecer
sobre la ciudad y las aguas del Canal: “Sentí que algo más allá de la
alegría, una emoción sensual intensísima, me tomaba, y recuerdo que me puse
en pie contemplando esa belleza pero más aún, algo misterioso fundido en esa
belleza, y le confesé: «Te amo. Nunca me dejes».
Eso
es Venezia para mí. Esa alegría sagrada. Y como aquella tarde, hoy abriendo
las páginas de este libro, vuelvo a decirle: «No me abandones». Y ojalá
algún ver so pueda dejar en el lector unas brasas de esa pasión.”
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