Sobre El porteador de sonidos, de Pablo Guerrero
En la revista Max Estrella, que coordina el poeta y ensayista José Luis Esparcia, publico estas líneas sobre el último libro de Pablo Guerrero, El porteador de sonidos:
Me acerco al horizonte y ya no está.
Huye como rebaño de gacelas sorprendidas.
Siempre está allí el horizonte, en el lugar exacto a donde no se llega.
O a la espalda, en el lugar oculto donde vive lo que nunca ha existido,
lo que no tuvo forma,
escribe Pablo Guerrero en Horizontes, uno de los poemas de su último libro, El porteador de sonidos.
Porque Pablo Guerrero es un porteador de sonidos, una variante del rilkeano cazador de voces secretas que canta entre la celebración y la elegía con una poesía de la mirada y el susurro.
Y la suya es una poesía que nombra el mundo desde una mirada siempre renacida, que convoca colores, sonidos y matices desde la inocencia del deslumbramiento ante la claridad recién amanecida y siempre amenazada.
Desde una mística pagana que conecta con la poesía de José Ángel Valente, Pablo Guerrero se sitúa ante el mundo, como Fray Luis, en sazón de recibir, atento a las revelaciones.
Y esa actitud receptiva es en él la forma más peculiar de la inspiración: la que se sustenta en la sutileza de una mirada leve y nos devuelva una poesía de intensa capacidad de sugerencia,
donde brilla la belleza encadenada con cantares primeros.
Donde sigue latiendo la palabra, que reza
a través del susurro de los palmerales.
En ese canto sereno vibra siempre la emoción de una poesía que late en lo inasible y
Restituye los colores que nos fueron saqueados.
De un solo golpe comprende un resplandor de belleza.
Sólo pregunta a la luz, a la verdad que responde.
Sólo es preciso afinar el oído para comprender esa verdad que nos traen las palabras de Pablo Guerrero, ese porteador de sonidos.
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