Tulia Guisado. Estudio sobre noviembre
Escribo sobre lo que veo. Y lo que veo, casi siempre, sucede por dentro. En el fondo. Donde los pecios, dice Tulia Guisado en uno de los textos de su Estudio sobre noviembre que publica Huerga y Fierro.
Un libro plural, organizado temporalmente en una línea que arranca en noviembre -una fecha crucial que marca un comienzo en la biografía de la autora- y se cierra el 31 de octubre de 2016, otra fecha que no es un fin, sino un comienzo.
Conviven en este libro una serie de materiales heterogéneos -el verso y la prosa, poemas y notas de lectura, apuntes breves y anotaciones de dietario, reflexiones sobre la escritura y la existencia- unidos por la presencia de una misma voz unificadora, reflexiva y confesional, y una mirada existencial que vertebra este Estudio de noviembre a la vez que le da sentido coherente a la realidad desde la temporalidad.
Y eso es lo que más agradece el lector en estas páginas: además de su irreprochable escritura, la autenticidad de una voz verdadera que busca en estos textos intensos comprender y comprenderse a lo largo de un año en el que se suceden, como en la vida misma, el frío y el sol, el miedo y la soledad, el silencio y la enfermedad, la vida y la muerte, el sueño y el recuerdo, el presente y el pasado, los presagios de un futuro funesto en el ciclo natural de las estaciones:
Y la primavera, como las aves, surgirá del dolor. La piedra, la piedra callada. Las palabras grieta surcan la piel. El resurgir del verde en su insistencia, igualando la fuerza del agua viva, feroz, en caída firme. Estoy aquí, me sostengo. No me oigo. No me intereso, solo deseo callar. No oír más que el musgo abrazarse al árbol, y despreciar esa metáfora. No habrá momento de paz que no sea antesala de noviembre.
Noviembre como centro, como principio y como final que es también un comienzo, en la rueda del tiempo. Y la escritura como refugio y como salvación, como via purgativa y como forma de resistencia:
Estoy viva. Tras el incendio, estoy viva. Y nadie sustituye mi piel. Dónde está el mérito si no podemos decirlo, hablar con la boca hecha cicatriz.
Lo he vuelto a hacer.
Nosotros no, descansa la tierra.
Un ligero roce que haga de ti ceniza.
Y desearlo todo: también el fin. Como un aleph infinito. Como un pulso ante el espejo. Pero no ahora.
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