El Basilisco
El Basilisco reside en el desierto; mejor dicho, crea el desierto. A sus pies
caen muertos los pájaros y se pudren los frutos; el agua de los ríos en que se
abreva queda envenenada durante siglos. Que su mirada rompe las piedras y quema
el pasto ha sido certificado por Plinio. El olor de la comadreja lo mata; en la
Edad Media, se dijo que el canto del gallo. Los viajeros experimentados se
proveían de gallos para atravesar comarcas desconocidas. Otra arma era un
espejo; al Basilisco lo fulmina su propia imagen.
Jorge Luis Borges.
El libro de los seres imaginarios.
Alianza. Madrid, 1998.
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