08 agosto 2018

El derecho a delirar




La ANC sigue calentando motores para la Diada de este año. Hay que superar el impacto global del Corro de la Patata del curso anterior (¡el mundo nos mira!, ya saben), y esta vez se ha optado por una V humana que ocupe la Gran Vía y la Diagonal y confluya en la plaza de las Glorias (catalanas, por supuesto: las de los demás, que las celebre su tía).
Como en el unionismo también abundan los optimistas, no faltan quienes aseguran que el caso Pujol pasará factura a los nacionalistas y su V pinchará. Yo lo dudo, la verdad. Es más, estoy casi seguro de que será un éxito absoluto: el borrego catalán es inasequible al desaliento. Los planes de Pujol se han cumplido a la perfección. Tras treinta años de agitación y propaganda en aulas y medios de comunicación, el desprecio original hacia todo lo español ha evolucionado claramente hacia el odio. Con la bendición de los gobiernos españoles, sin distinción ideológica, que lo han tolerado a cambio de unos votos y que ahora, después de haber contribuido al desastre, se escandalizan y se rasgan las vestiduras.
La V triunfará porque las mentes de miles de catalanes han sido reformateadas por el nacionalismo durante años y años. Y porque el odio es una estupenda fuente de vida, sobre todo para toda esa gente elemental, estrepitosa y mezquina que tanto abunda en todas partes. Disfrazar el odio de patriotismo ha sido el gran hallazgo del nacionalismo catalán. Tú te haces nacionalista y, como por arte de magia, dejas de ser un sujeto insolidario, egoísta y miserable para convertirte en un patriota. Y en algo todavía mejor: una víctima de la maldad de tus vecinos.
Una vez instalado en esa estructura mental, ya puedes pasearte con una pancarta que ponga «Queremos ser libres» o «Freedom for Catalonia». En tu condición de víctima (imaginaria, ¿pero a ti qué más te da?), ya puedes ocupar el centro del mundo.
La V será un éxito y a mí solo me quedará el derecho al pataleo. Todo se encamina a que solo haya una manera canónica de sentirse catalán, que es la que marcan los políticos nacionalistas con sus monjitas, sus viragos, sus medios de comunicación y sus diarios comprados. Franco también indicó la manera canónica de ser español: recordemos cuando uno de sus ministros le dijo que Berlanga era comunista y él repuso que no, que no era comunista, sino tan solo un mal español.
Hoy día, España te permite ser español a tu manera, pero Cataluña no te deja ser catalán a tu manera. Esa actitud tiene un nombre muy feo. Se llama fascismo y lleva tiempo asomando la patita por mi querida comunidad autónoma. Algo me dice que el próximo día 11 se va a manifestar en todo su esplendor.

Ramón de España. 
El derecho a delirar. 
Un año en el manicomio catalán. 
La Esfera de los libros. Madrid, 2014