Pablo d’Ors. Biografía del silencio
Más que uno con el mundo, lo que queremos es que el mundo se
pliegue a nuestras apetencias. Nos pasamos la vida manipulando cosas y personas
para que nos complazcan. Esa constante violencia, esa búsqueda insaciable que
no se detiene ni tan siquiera ante el mal ajeno, esa avidez compulsiva y
estructural es lo que nos destruye. No manipular, limitarse a ser lo que se ve,
se oye o se toca: ahí radica la dicha de la meditación, o la dicha sin más,
para qué calificarla.
Me gusta o no me gusta: es así como solemos dividir el
mundo, exactamente como lo haría un niño. Esta clasificación no solo resulta
egocéntrica, sino radicalmente empobrecedora y, en último término, injusta. Por
difundido que esté vivir persiguiendo lo que nos agrada y rehuyendo lo que nos
desagrada, semejante estilo de vida hace de la vida algo agotador. Lo que nos
disgusta tiene su derecho a existir; lo que nos disgusta puede incluso
convenirnos y, en este sentido, no parece inteligente escapar de ello. Bajo una
apariencia desagradable, lo que nos disgusta tiene una entraña necesaria.
Pablo d’Ors.
Biografía del silencio.
Siruela.
Madrid, 2012


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