Urbs Aeterna
Sombras, ruinas e historia están ahí
como restos de un tiempo detenido,
los templos y el imperio se han caído
pero igual su grandeza sigue allí.
Tal vez su eternidad fue siempre así
-lo atestiguan los siglos y el olvido-
y en otro idus de marzo esclarecido,
Roma y el Alto Imperio entran en mí.
La muralla de Adriano la rodea.
Ahora más que un muro es una idea
que abre todas sus puertas sin cercarla.
Sigue siendo esa Roma soberana,
¡Contradictoria siempre! ¡Tan pagana!
El gran milagro ha sido no cambiarla.
Es uno de los veinte sonetos de Urbs Aeterna, el libro que
Julián Isaías Rodríguez Díaz, embajador de Venezuela en Italia, dedica a Roma en busca de “la secreta armonía de su plural memoria”, como indica el poeta en
su nota inicial.
La soltura en el manejo de esa estructura solemne y
exigente, la capacidad evocadora de sus descripciones y la actitud reflexiva
que provoca en el poeta la contemplación de ese paisaje a la vez eterno y temporal son
algunos de los rasgos de esta poesía en la que el autor dialoga con el espacio
y el tiempo, apresados en sus versos con una mirada profunda que capta la
esencia de la ciudad histórica como realidad vivida y sentida y también como
metáfora de la existencia para acabar presentando, en palabras del prólogo de Pablo Cerezal, “la
Roma del autor, en un viaje que este ha querido de afuera hacia dentro.”
Lo publica Talos Edizioni en
una cuidada edición bilingüe preparada por Marcela Filippi Plaza, que se ha
planteado el reto de conservar en su traducción al italiano la estructura
métrica y las consonancias propias del soneto en una labor que, como señala en
su nota final, reivindica “el sentido creador del oficio”, porque “traducir no
es hacer una mecánica transposición de un idioma a otro.”
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