12 febrero 2019

Alejandro Martín Navarro. El oro y la risa


He abierto la ventana que mira a las marismas 
y he dejado que el viento
recoja las cenizas de una noche de insomnio, 
mientras la luz de otoño se deshace 
en los prismas de un cielo que crepita. 

En esa misma altura, también, mi cuerpo frío 
gravita como un átomo en silencio,
en las altas esferas de un mundo que no existe. 

Allí una enorme estrella de luz parte los cielos 
y derrama las cosas sobre un manto infinito. 
Camino hacia ese estruendo milenario,
ese golpe que mueve las galaxias, 
donde todo comienza. 

Allí somos dos niños que juegan en los charcos 
y que esculpen estatuas de bronce con sus besos 
junto a los altos árboles y las enredaderas.
El amor es el ave milenaria 
que mueve las mareas del cosmos desde dentro 
para formar galaxias, y nosotros,
arena que se arrastra en su regazo,
iluminada a veces por la luz pasajera. 

Así comienza Contemplación, el largo poema que abre El oro y la risa, con el que Alejandro Martín Navarro obtuvo el Premio Jorge Manrique en su segunda edición. 
Organizado en tres partes –Arqueologías, Galerías, Cosmogonías-, en sus versos conviven en armonía la angustia por el paso del tiempo, la nostalgia del pasado, la celebración del presente efímero y la esperanza de un futuro disuelto en el cosmos.
Son los temas vertebrales de estos poemas en los que se reivindica la memoria como instrumento de exploración en la identidad propia que se proyecta en el paisaje o en la pintura con una escritura de línea clara y cuidada musicalidad 
Poemas elegíacos, pictóricos o visionarios que entre la meditación, el recuerdo y el conocimiento son el cauce de expresión de una voz serena que se afirma en la mirada y en la reflexión:
Somos vasos de barro que cobijan 
un tesoro de risa y oro puro.
En esos dos versos se resume el sentido del título y la mirada poética y existencial de este libro que publica Cálamo en su espléndida colección de poesía.