Dos poemas de Wislawa Szymborska
A ALGUNOS LES GUSTA LA POESÍA
A algunos,
es decir, no a todos.
Ni siquiera a los más, sino a los menos.
Sin contar las escuelas, donde es obligatoria,
y a los mismos poetas,
serán dos de cada mil personas.
Les gusta,
como también les gusta la sopa de fideos,
como les gustan los cumplidos y el color azul,
como les gusta la vieja bufanda,
como les gusta salirse con la suya,
como les gusta acariciar al perro.
La poesía,
pero qué es la poesía.
Más de una insegura respuesta
se ha dado a esta pregunta.
Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro
como a un oportuno pasamanos.
Ese texto de Wislawa Szymborska, de su libro Fin y principio (1993), es uno de los que forman parte de la amplia selección de su poesía que recoge el Fondo de Cultura Económica en el volumen Poesía no completa, con edición y traducción de Gerardo Beltrán y Abel Murcia, que en la nota previa explican que “el volumen que el lector tiene en sus manos es más que una antología: incluye prácticamente toda su obra poética a partir de su tercer libro, Llamando al Yeti (1957), considerado por ella misma como su debut. Incluye también tres poemas anteriores a 1957: uno fechado en 1945, que pertenece a una colección no publicada, y uno de cada uno de los dos libros publicados antes de Llamando al Yeti, libros todavía influenciados por la poética del realismo socialista, y de los que Szymborska sólo ha rescatado algunos poemas.”
Abre el volumen un texto introductorio en el que Elena Poniatowska escribe:
Abre el volumen un texto introductorio en el que Elena Poniatowska escribe:
En el punto exacto del humor y lo ridículo, entre el pesimismo y el entusiasmo, se encuentra la poesía de Szymborska, que busca el claroscuro, la contradicción de sentimientos y efectos poéticos en el poema mismo. El claroscuro refleja la riqueza de posibilidades que ofrece la existencia humana. No sólo hay Hitlers y Mozarts, también hay hombres y mujeres que encuentran, en distintas latitudes y de distinta forma, las respuestas a las mismas viejas preguntas de la humanidad.
Por eso, en Wislawa Szymborska cada poema es una reflexión interrogativa sobre el hombre y su lugar en el mundo, en la naturaleza o en el tiempo, una respuesta provisional e insuficiente acerca del mundo, la memoria y la poesía.
O una sucesión de preguntas y perplejidades como las de este poema de Gente en el puente (1986), con traducción de Abel Murcia:
PACTO CON LOS MUERTOS
¿En qué circunstancias sueñas con los muertos?
¿Piensas en ellos con frecuencia antes de dormirte?
¿Quién aparece primero?
¿Siempre el mismo?
¿Nombre? ¿Apellido? ¿Cementerio? ¿Fecha de fallecimiento?
¿Qué alegan?
¿Una vieja amistad? ¿El parentesco? ¿La patria?
¿Dicen de dónde vienen?
¿Y quién está detrás de ellos?
Y además de ti ¿quién sueña con ellos?
¿Se parecen sus caras a sus fotografías?
¿Han envejecido con el paso del tiempo?
¿Son saludables? ¿Demacradas?
¿Lograron recuperarse los asesinados de sus heridas?
¿Recuerdan aún quién los mató?
¿Qué tienen en las manos? Describe esos objetos.
¿Carcomidos? ¿Oxidados? ¿Carbonizados? ¿Podridos?
¿Qué tienen en los ojos? ¿Amenaza? ¿Ruego? ¿De qué tipo?
¿Sólo conversan ustedes sobre el tiempo?
¿Sobre los pájaros? ¿Las mariposas? ¿Las flores?
¿No hay ninguna pregunta molesta por su parte?
¿Y entonces tú qué les contestas?
¿En vez de callar precavidamente,
de cambiar evasivamente el tema del sueño,
de despertar a tiempo?
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