José Manuel Ramón. La tierra y el cielo
Con una estructura constructiva contrapuntística que se mueve entre lo oracular y lo visionario, construye José Manuel Ramón La tierra y el cielo, que publica Ars Poetica.
Este es un ejemplo de ese movimiento balanceado, que en página par y en cursiva recuerda la tonalidad del coro de la tragedia clásica :
¡Ah de aquellos que tanto ansiáis saber!
¡Olvidad el dolor! ¡Que el haz desista
sobre el cráneo que ciñe lo humano!
¡Sí, [...] la pálida oscuridad vibrante!
Y en la página siguiente reúne la descripción evocadora y la indagación en las profundidades del ser desde lo oscuro del origen y la conciencia:
un ciego rumor
el arroyo del deshielo
como fardo líquido que sobrias
estaciones anudaran
¡ah encendía
el deseo serojas
revivía paisajes
el sílex!
tal vez
apenas intuyeran
la aridez del origen
del espíritu la ignota raíz
mas celebraron las presencias
que los chamanes constataban
en una suerte de rituales
y asunciones
e impregnada
de extrañas tesituras
la tribu humilló
descendió
al bruno cobre del cauce
buscando en corrientes de arena
como en arduos memoriales
restos perdidos de luz
que condicionaran
nuestro ser
antiguo
Y el poeta se reivindica así como heredero de Prometeo, el que enciende el fuego y la palabra para iluminar la noche de la caverna primordial para explorar el mundo con antorchas de palabras y memoria a lo largo de sus tres partes: desde el Memorial de antorchas (Cielo) a la Nieve perpetua (Tierra) para entrar en la Noche profunda (Inframundo):
avanzan siglos
por oscuros corredores
franqueando el útero de la tierra
y buscando pasos ocultos hacia
el inframundo.
Abre el volumen un prólogo -Un diálogo infinito- en el que Miguel Veyrat dice que en este libro “reinventa el poeta el recorrido de la palabra entre tierra y cielo para que cada estalagmita de sentido pueda corresponderse con ese Otro que le aguarda. En los intervalos ocupados por el silencio en que crece la respuesta a la gota caída en su destino para crear otra realidad distinta, nos revela todo su significado este canto, sólo aparentemente fragmentario porque destinado a continuarse en un diálogo infinito.”
Un diálogo que no es sólo el que se establece entre las páginas enfrentadas de La tierra y el cielo, sino el que se propone al lector en estos poemas repletos de misterio, de sugerencias y de iluminaciones.
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