03 agosto 2019

Manuel Barrios. El último virrey.


Dándose de cara con el "Hotel Simón", el escaparate de Félix Pozo es todo un derroche de pulseras que las viudas y las comprometidas han ido dejando allí, poco a poco, a mitad de precio y entre suspiros. Rumbea por la calle de Velázquez un figurín con sombrero de "Maquedano -esquina a Rioja-, y el viejo verde, que no se resigna a la nevada de los años, sigue calle de Tetuán arriba para comprar en la farmacia "El Globo" un milagroso "VISOGIL" -preparado por Gil Fernández-, embozo y tapujo que, si a los dos toques de pincel pone endrinas las canas, la verdad es que no sirve para enderezar entuertos biológicos.
Vienen al reparto de la leche los de "Vaquerías Holandesas", desde la Huerta de la Cruz. En "Fermín Alfaro" se planchan trajes por procedimientos mecánicos. Hay "pianolas con altavoces" en el "Hotel Suizo", y rameras filarmónicas en el "Cabaret Zapico", regentado por Pepe Martínez. Para la Hora de la Verdad, "Funeraria" en "Hernando Colón" y en "San Lorenzo", "especialidad en arcas de madera maciza"...

(Se diga lo que se diga,
¡qué bonito es un entierro,
con su cajita de pino
y su muertecito dentro!. . .)

Y para la juerga larga, "La Marina", "El Pasaje de Europa", "Las Siete Puertas" o "El Pasaje del Duque: sitios donde, al paso de unos días, el Delegado gubernativo nombrado por Don Gonzalo -Manuel Díaz Criado- tachará con una cruz, todas las noches al filo de las doce, los nombres de quienes quedarían esa madrugada en las tapias del cementerio.

Manuel Barrios. 
El último virrey. Queipo de Llano. 
Argos Vergara. Barcelona, 1978