08 agosto 2019

No puedes llevarte el Támesis

(Rio Támesis. Barcazas de vapor. c. 1890's By Wilkinson)

Siempre ha sido el río de la actividad comercial. Los cultivadores de berros de Gravesend, los galleteros y los almacenistas de barcos de Tooley Street, los armadores de Wapping, los cordeleros y los que montaban poleas de Limehouse, todos ellos deben su oficio al Támesis. Las magníficos cuadros que retratan sus negocios y talleres, con sus almacenes, refinerías, cerveceras y almacenes de herramientas, atestiguan su poder y autoridad. Los londinenses comprendían la importancia del río mucho antes de la invasión romana. Ya se transportaba cobre y estaño en el tercer milenio antes de Cristo; como resultado de la actividad comercial en el Támesis, el territorio que abarcaba Londres adquirió, en el 1500 a. C., la supremacía en la región de Wessex. Tal vez por eso se arrojaban objetos ceremoniales a sus aguas, donde permanecieron enterrados los más recientes hallazgos arqueológicos.
La ciudad debe su carácter y aspecto al Támesis. Era un lugar de «muelles y riberas atestados de gente», el agua estaba en continuo movimiento con «los abundantes remos que aleteaban». El trajín y energía de Londres se sustentaba en el tráfico de los caballos y la vitalidad del río. El Támesis atrajo a miles de buques mercantes. Las galeras venecianas y los barcos flamencos de tres mástiles competían por posicionarse en la ribera, mientras que en el centro, las aguas estaban atestadas de chalanas y transbordadores que llevaban a los ciudadanos de un lado a otro del río. 

Peter Ackroyd. 
Londres: una biografía.
Traducción de Carmen Font. 
Edhasa. Barcelona, 2012