Dos poemas de Miguel d'Ors
COSAS QUE NO SOPORTO EN UN POEMA
Que suceda en Lisboa.
Que se proponga ser original.
Que hable de los dorados cuerpos de los etcétera.
Que diga Espacio o Punto (e incluso sin mayúsculas).
Que lleve algún versito
metido para adentro, o abuse del azul.
Que las manías de Cernuda emule.
Que le pueda gustar a Octavio Paz.
Que esté escrito en Valencia.
Que sea mío.
Ese poema, fechado el 6 de septiembre de 1990 y recogido cuatro años después en La imagen de su cara, forma parte de la edición de la poesía completa de Miguel d'Ors que publica Renacimiento.
Medio siglo largo de escritura poética materializada en catorce libros se recoge en ese voluminoso tomo ordenado cronológicamente desde lo más reciente -Manzanas robadas (2017) y Átomos y galaxias (2013)- hasta los iniciales y aquí finales Ciego en Granada (1975) y Del amor, del olvido (1972).
Y entre unos y otros, diez libros centrales en su trayectoria como Sociedad limitada, Hacia otra luz más pura, La música extremada o Curso superior de ignorancia, libro de 1987 al que pertenece este otro poema:
CONTRASTE
Ellos que viven bajo los focos clamorosos
del éxito y poseen
suaves descapotables y piscinas
de plácido turquesa con rosales
y perros importantes
y ríen entre rubias satinadas
bellas como el champán,
pero no son felices,
y yo que no teniendo nada más que estas calles
gregarias y un horario
oscuro y mis domingos baratos junto al río
con una esposa y niños que me quieren
tampoco soy feliz.
CONTRASTE
Ellos que viven bajo los focos clamorosos
del éxito y poseen
suaves descapotables y piscinas
de plácido turquesa con rosales
y perros importantes
y ríen entre rubias satinadas
bellas como el champán,
pero no son felices,
y yo que no teniendo nada más que estas calles
gregarias y un horario
oscuro y mis domingos baratos junto al río
con una esposa y niños que me quieren
tampoco soy feliz.
Miguel d'Ors propone con esa disposición “una lectura inversa de la totalidad de mis poesías, una especie de viaje a la raíces”, como explica en los Preliminares, en donde añade: “al contemplar desde el mirador de mis setenta años los cincuenta largos de trabajo recogidos en este volumen, me parece ver también que la autocrítica, la insatisfacción, la ambición y la exploración de nuevos territorios ha marcado toda mi trayectoria. Si se mira bien, en mi caso el tradicionalismo esconde una permanente inquietud. Alguna vez he hablado de mi ‘aprendizaje vitalicio’ del arte de la poesía. No era retórica vacía: en el proceso de composición de todos mis libros [...] he estado en actitud de búsqueda, y, a partir del segundo, en todos hay alguna novedad. [...] Esta voluntad permanente de explorar hasta sus últimos rincones los territorios de la poesía explica, al menos en parte, la variedad temática, tonal y estilística de esta recopilación -me considero un poeta bastante polifacético-, y quizá también la desigualdad cualitativa que se puede notar en cada uno de mis libros (porque, ay, no todos los experimentos resultaron completamente exitosos).”
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