23 diciembre 2019

Tenue armamento de Ángel Olgoso




Mucho después, tras escribir más de cuatrocientos relatos, descubrí que la brevedad es el molde más apropiado para mi estilo de cincel y escoplo, de taracea ensamblada tesela a tesela; que es cierto que a las ficciones mínimas les conviene ser feroces como pirañas, pero quizá también frágiles como una gota de rocío en la que, de manera sugestivamente distorsionada, se refleja el mundo que la rodea. Supe de otras propiedades suyas: sacian como dátiles, su corto vuelo deja largas estelas, su parco ladrido siempre engaña, son misteriosas como lágrimas de dragón y, todavía para algunos, inconsistentes como las huellas de los pájaros en el aire. Averigüé que para romper amplias ventanas, Lichtenberg solía usar monedas de dos centavos. Y tuve la certeza de que un buen cuento breve brevísimo puede ser confundido fácilmente con un pequeño lingote de oro de capela, el más puro según los alquimistas.

Así termina Relatos, teselas, dátiles, uno de los mejores textos que Ángel Olgoso, uno de los narradores más consistentes de la literatura española actual, ha reunido en Tenue armamento, espléndidamente editado por Alhulia en su colección Mirto Academia.

Como Cartapacio de papeles menores subtitula Olgoso este Tenue armamento, un modo indirecto de acercarse a su mundo literario y un modo directo de entrar en su mundo personal de la mano de la buena prosa que brilla también en estos prólogos, textos de presentaciones de libros propios y ajenos, reseñas o comentarios de cuentos. 

Como en sus libros de creación, brilla en Tenue armamento la esmerada escritura de un admirable prosista que explica en el Introito del volumen que “esta ecléctica miscelánea de papeles menores -unos conocidos, otros difíciles de encontrar o simplemente inéditos- se limita a dibujar una nada intencionada poética, la efímera sombra de la escritura, del juego de crear; materializa sin querer un corpus de motivos, entusiasmos, obsesiones y encargos, vestigios de la fiebre del letraherido; tiende puentes a un territorio particular donde las fronteras se borran, a un gabinete de curiosidades, las del mismo autor.”

Las reflexiones esparcidas en estos textos iluminan la escritura de Ángel Olgoso, señalan algunos de los motores de su escritura (Memorias del subsuelo), entran en la cocina elaborada de sus cuentos (Cocina en miniatura) y trazan su cartografía creativa, describen sus motivos e influencias, la exactitud de la miniatura de sus formas breves, destacan la excelencia de su escritura armónica, exigente y luminosa o fijan la importancia de la palabra, tratada en sus relatos con un temple más propio de la poesía que de la narrativa.

Junto con ese cuidado por la expresión, hay en los cuentos de Olgoso una libertad imaginativa y una búsqueda de la extrañeza heredada de la mejor zona de la literatura fantástica. Sobre el potencial literario de la imaginación escribía en la presentación de Cuentos de otro mundo:

Cuando uno tiene imaginación, no puede evitar imaginar: se pirra por lo insólito, lo disparatado o lo imposible, por lo poco común, las ideas asombrosas, el extrañamiento, las epifanías siniestras, los misterios y las quimeras, las secretas perspectivas desde las que el mundo se manifiesta distinto, en definitiva por todo lo que le falta a esta vida cotidiana escandalosamente aburrida. Yo al menos no sé de cosa alguna que lo tonifique a uno tanto como hacer posible, en cualquier ámbito, lo imposible. Aunque, si se piensa con frío detenimiento, la literatura fantástica es realista de un modo inequívoco, porque reflexiona sobre el hecho enteramente fantástico de existir.