13 diciembre 2019

Victoria León en su Secreta luz



La poesía exige incandescencia,
vivir, o haber vivido, entre las llamas, 
bajar al propio infierno sin más guía, 
haber mirado el mar sin esperanza
y conservar, al menos, un puñado
de cenizas que aún quemen en el alma. 

Ese poema, 'Rastro del fuego', sirve de pórtico a Secreta luz, el primer libro de poesía de Victoria León que publica la Fundación José Manuel Lara en su colección Vandalia.

Pórtico y obertura que anuncia la incandescencia que va a pasearse por sus treinta composiciones breves e intensas, por unos versos en los que habitan el desamor y la ausencia, la pérdida y la soledad, la renuncia a los sueños sin retorno en las noches sin luna y al dolor que queda conjurado en la contención expresiva de sus magníficos endecasílabos.

Endecasílabos que son una despedida y hablan del silencio y el vacío, del desamparo y de la luz cegadora de los recuerdos, de la tristeza y el olvido, de los espejos y los disfraces, del dolor y el abismo que abren las separaciones del miedo y el vacío, de la nostalgia de los sueños vencidos, de las ruinas y las sombras. 

La poesía vivida y depurada de Victoria León en su Secreta luz indaga en el fondo del dolor sin patetismo fácil y busca la redención en la palabra intensa en cuyo sereno equilibrio clásico resuenan los tonos y los ecos de Garcilaso y de Bécquer, de Herrera y de Propercio, de Quevedo y de Lope en la expresión de una emoción transitiva transmitida con la palabra medida y cuidada de versos espléndidos como estos:

Envejecen también nuestras heridas.
Nos vamos deshaciendo lentamente 
en el dolor, huyendo de quien somos, 
tratando de borrarlas por completo. 
Nos desdibuja el tiempo junto a ellas.
Y a veces conseguimos no sentirlas 
porque ya hemos dejado de existir: 
somos fantasmas de nosotros mismos 
que vagan por el mundo sin nostalgias 
en las que refugiarse de la muerte.