Una carta de amor como un disparo
Toda carta de amor es un disparo
que da o quita la vida.
Toda carta de amor es un disparo
que agita la arboleda de la razón.
Es un trueno de paz, es un relámpago.
Toda carta de amor es un torrente
que se desborda al llegar al corazón.
Con ese poema, a modo de prólogo, abre Trinidad Ruiz Marcellán (Zaragoza, 1950) su segundo libro de poesía, Una carta de amor como un disparo. Moncayo Moncayo, que publica Olifante.
Están en ese primer texto algunas de las claves temáticas que recorren el libro, un afirmativo viaje interior y exterior por la verticalidad de la naturaleza con el bosque del Moncayo al fondo: árboles y palabras que crecen hacia arriba y en lo hondo para negar el tiempo y la distancia.
Un diálogo constante en el que se funden el tú y el yo en un encuentro con ese “contigo” al que se dirige el prólogo. Entre el deseo y la memoria, los versos de Una carta de amor como un disparo van de las raíces a las ramas con el temblor de la ausencia, suben o bajan entre el agua y la nube, entre el pájaro y la roca en un ejercicio espiritual que convoca a la noche y al amanecer en los bosques de agua “donde parecen oro las estrellas.”
Desde las fosas de sombra a las torres luminosas, la verticalidad emocionada de estos poemas amorosos culmina en la invocación de los dos versos que cierran el último poema del libro, El mundo desaparece:
Regresa del final de la tierra
con mirada de océano.
Se presenta esta tarde a las siete y media en Zaragoza, en la sede de la Biblioteca de Aragón.
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