04 febrero 2020

Historia de la imaginación



La vida imagina. Es lo que mejor sabe hacer. La imaginación es el eje del mundo y el país de las almas. Según los sufíes, de ella emana todo lo vivo; sin imaginación no sería posible la vida. Desde el sueño de las plantas hasta la ensoñación del niño, que proyecta lo que no es para terminar siéndolo, toda la experiencia vital se encuentra fecundada por la imaginación. La imaginación, ya sea mítica, filosófica o científica, establece el pacto entre el espíritu y la naturaleza. Sin ella no existirían los mundos simbólicos que han inspirado a los artistas y a los hombres de ciencia.
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Según el Libro tibetano de los muertos, los espectáculos que nos aguardan después de la muerte apenas se diferencian de los que la mente y la imaginación, en su continua configuración del paisaje y recreación del mundo, nos hayan procurado en vida, pues pertenecen a un mismo itinerario mental. La imaginación no es tanto un asunto histórico cuanto el factor esencial en la construcción de eso que llamamos «historia». Flaubert decía que sin la imaginación la historia sería imperfecta; aquí sostendremos que ni siquiera existiría. En tiempos recientes se ha recuperado una idea antigua: la participación activa de la mente y la imaginación en la creación del mundo en que vivimos. De estos aspectos se ocupa la parte final del libro. El destino del mundo dependerá de cómo seamos capaces de imaginarlo y, a partir de ahí, crearlo.

Son dos fragmentos del preludio con que abre Juan Arnau su estupenda Historia de la imaginación que llega hoy a las librerías, publicada por Espasa.

Entre ese preludio, titulado 'La vida imagina', y el epílogo, ‘Pensar es imaginar’, recorre las páginas de este ensayo una idea central: la de la imaginación como vínculo entre la materia y el significado, como un atributo fundamental de la vida del hombre.

Y una propuesta para comprobarlo a través de un recorrido histórico desde el antiguo Egipto hasta la contemporaneidad con escalas en la tradición hermética de los alejandrinos, las propuestas de los órficos y los pitagóricos, el Neoplatonismo, la imaginación medieval de los cabalistas o los sufíes, la magia del Renacimiento, la recuperación romántica de los mitos o la imaginación científica, que resume así Juan Arnau:

Este libro recorre los grandes momentos de la historia de la imaginación, aquellas épocas en las que ha sido más fértil y creativa. El antiguo Egipto y la Grecia preclásica serán las primeras estaciones en este viaje. El mundo medieval, con sufíes, cabalistas y cristianos, nos abrirá de la mano de Dante las puertas del Renacimiento y despertará nuestro interés por la magia. A continuación, visitaremos a los románticos, que descubrieron en la imaginación el mejor aliado contra la falta de vitalidad de las viejas costumbres y el culto al trabajo y la producción. Luego recorreremos el cientificismo del siglo XIX, cuya lógica simbólica se afanó por encerrar la imaginación en celdas y cuya precariedad imaginativa tiene todavía hoy consecuencias. Con Jung, veremos algunos de los intentos recientes por recuperar la imaginación perdida.

Aunque estrechamente emparentado con una de las voces que se entretejían en su anterior ensayo, La fuga de Dios (Atalanta), creo que la primera vez que se aborda la evolución histórica de la imaginación, 'la loca de la casa' en expresión de Santa Teresa.

Lo hace brillantemente Juan Arnau en esta invitación al viaje por la historia natural y cultural de la imaginación (el eje del mundo y el país de las almas), en este inusual ensayo que reivindica su importancia crucial en el pensamiento y en la vida. 

Un ensayo que no se limita a trazar una mera historia de la imaginación, sino que es también y sobre todo una reivindicación de la imaginación creadora como forma de conocimiento.