04 marzo 2020

La mirada de la Esfinge


EPÍSTOLA MORAL A FABIA

La estación de Milán, una mañana
de Verano. Si no se hubiera retrasado
el expreso a Venezia, no te hubiese
visto. Yo esperaba
fumando, en el andén, aburridísimo.

                                                                 Y entonces
de pronto te vi venir.
Más que andar, palpitabas.
Tu cuerpo delicado, y al mismo tiempo
rotundo, mórbido, irradiaba
un hálito de desorden, energía y voracidad,
y el dorado resplandor
de tu piel sudorosa tenía rumor de acantilados,
como viento.
                  Cuando pasaste junto a mi
un vaho calcinado
me embelesó. Era el Nepente.

Qué hermosa eras. Ser
báquico, fragmento de la explosión
de algún sol,
secreto de la mirada de la Esfinge. Qué
segura
de tu poder.
Satisfecha, soberbia, ciega como las fuerzas
de la Naturaleza, llevando cuerpo y alma
hasta el hervor de la disolución.
Eras el brillo de los ojos de la fiera. No
era el calor humano
que un ser desprende y que te abraza
ante el viento de soledad del mundo. No era el amor
calmo y sereno, que
como esas estatuas de las costas sicilianas
anuncia a los navegantes
que allí empieza la Civilización. Sino
el estallido salvaje y fascinante 
del Deseo, la intensidad brutal, magnífica,
la pasión de la carne en su estado más puro,
la terrible belleza de su salto de leopardo.

Debiste darte cuenta
de cómo te miraba,
o acaso te quemaste al pasar.
                                                           Volviste el rostro
y vi cómo iniciabas
una sutilísima sonrisa.
Tus ojos turbios
con la insolencia y la devastación
de la fiebre, orgullosos, triunfantes,
brillaron de dicha.

Sentí la grandeza.
                         Entre esas piernas
—pensé—
yo sería Dios.

De ese poema toma su título La mirada de la Esfinge, la antología de la poesía erótica de José María Álvarez que Noelia Illán Conesa acaba de publicar en Olé Libros.

Una selección de cincuenta y nueve textos organizados en dos partes –'Las huellas del deseo' e 'Imposible terciopelo'- en torno a la misteriosa mirada femenina y el deseo: 

 "He caminado siempre los radiantes Infiernos y Paraísos del Deseo. Yo creo que Noelia Illán ha visto con claridad el escenario iluminado de mis poemas y ha seleccionado con acierto", escribe José María  Álvarez en el Agradecimiento que abre este significativo conjunto de poemas en los que se cruzan la naturaleza y la historia, el placer y el tiempo, el culturalismo y el sexo, la ensoñación y el recuerdo, la realidad y la fantasía, la vida y el cine, el arte y la literatura.

Una antología osada, como reconoce Noelia Illán en su prólogo -'Húndase Roma en el Tíber'-, donde explica que ha querido "conformar un libro de deseo a base de los versos de José María Álvarez que más me han emocionado a lo largo de los años."